Alexandre Castagna
Published by Adriana Cantoral,
El descomunal tamaño de los glaciares de Groenlandia; sus texturas heladas y relieves gélidos conquistan el lente de Alexandre Castagna, quien durante días de travesía en barco, en el mismo intervalo de horas silenciosas y con el sol a sus espaldas, captura a esos seres de hielo con sus luces de un perpetuo atardecer, sus relajados reflejos marinos y su majestuosidad en medio del agua. Nos parecen inmóviles en sus fotografías, como montañas rígidas e imponentes, pero son sumamente frágiles, pues el crujido de sus fracturas es comparable con los estruendos del mítico Niflheim, lugar de la niebla, el frío y la oscuridad. Sin embargo, en aquel reino nórdico los hielos son perpetuos, mientras que en el noreste de América no, ya que segundo a segundo se derriten. Por eso el artista los retrata desde sus más bellos ángulos, sus más hermosas disposiciones y sus más fríos aspectos para expandir en el tiempo su efímera presencia.
El autor es un aventurero, un viajero, un expedicionario, un nómada, un amante de lo inhóspito, la soledad y las condiciones extremas, no obstante también disfruta del contacto directo con lo natural en cualquiera de sus expresiones. Tal es el caso de sus tomas en las islas Galápagos, en donde el espíritu salvaje se manifiesta en derredor. Plácidas focas tumbadas a la orilla de la playa, simpáticos pájaros bobos patas rojas y azules indagando su entorno, misteriosos búhos entre las rocas, fragatas encendidas al vuelo, traviesas y ágiles iguanas multicolores, cangrejos de tonalidades llamativas y más animales aparecen en sus magníficas obras de vida silvestre. Sin duda, Alexandre tiene la sensibilidad de sobra para captar el alma al natural de cada uno de ellos. Asimismo, en sus imágenes en blanco y negro de plantas percibimos la delicada consistencia de los pétalos, sus sutiles formas, sus aromas, sus composiciones florales, no se diga la humedad de sus tallos y hojas, los entramados de las ramas y por último, las agudas espinas que punzan desde lo más hondo de la vida vegetal.
Además de sus fotografías de naturaleza y de paisaje, al creador le intrigan y fascinan las puertas y ventanas, porque le suponen un acceso a las vidas que yacen detrás de ellas. Las observa detenidamente, imagina a las personas que las habitan, que las abren y las cierran, con sus historias, alegrías, ilusiones, tristezas y pesares. Algunas dan a calles transitadas, otras a lugares tranquilos, algunas nunca se abren, otras sí, algunas están muy desgastadas y algunas poseen múltiples cerraduras. En todo caso, ¿Qué es aquello que ocultan o esconden? ¿Qué callan o no permiten escapar? ¿Qué guardan o custodian tras de sí? ¿Quién las deja a medio abrir o cerrar? ¿Qué ruidos hacen al moverlas? ¿Cuánto tiempo llevan así? … Al parecer, estas y más interrogantes permanecerán abiertas de par en par.
Adriana Cantoral




