Ana Paula Ávila

Lo cosmopolita, lo natural, lo abstracto y lo ecléctico confluyen en la obra de Ana Paula Ávila. Sus encuadres perfeccionan momentos y contextos espontáneos. De tal suerte, a través de su lente se inscriben instantáneas de múltiples composiciones, tonalidades, relieves, formas, figuras y personajes. En sus retratos apreciamos seres comunes y corrientes, que pierden su anonimato al observar a la cámara, personas humildes, en situación de calle o niños y ancianos con trajes típicos y regionales. En medio de esa pobreza, Ana captura una estética meramente antropológica, que nos habla de oficios, tradiciones y costumbres milenarios. Asimismo, sus fotos describen la dialéctica entre las ciudades, sus habitantes, sus expresiones artísticas, sus manifestaciones culturales y el modo de habitarlas y vivirlas. Sin duda, plasma en sus imágenes las gestualidades humanas dentro de un contexto callejero.

En sus paisajes urbanos el bullicio de la gente, los nombres de las avenidas, la confusión de los letreros y espectaculares, las vertiginosidades citadinas, el tránsito vial, el estruendo comercial, el ajetreo de los ciudadanos, la explosión de colores, los muros desgastados, las paredes pintadas, las fachadas con luces resplandecientes, la imposición de edificios y construcciones, la sobrepoblación humana y demás factores son constantes de un imaginario metropolitano caótico. Ana capta, tanto en los barrios como en las zonas de negocios y recreativas, el amontonamiento, la falta de lugares para estar, a la vez que la deshumanización del espacio. También retrata la ansiedad y la obsesión de la urbe por expandirse e invadir cualquier territorio a su paso, incluso el mar, al igual que la majestuosidad de rascacielos, monumentos, templos, palacios y museos que minimizan a cualquier transeúnte que los mire tímidamente desde abajo.

La autora atrapa, en un instante, esa ciudad abstracta; impecable o deteriorada, fija o en movimiento, en bicicleta o en automóvil, en escaleras, paredes, techos o pisos, en detalles arquitectónicos como texturas, luces, sombras y patrones. Sin embargo, su mirada fotográfica es de sobra sensible con la naturaleza. De tal manera, podemos admirar en sus capturas abstracciones de lluvia, rocas y superficies naturales, espectaculares ambientes de bosques nevados, tranquilas brumas sobre lagos, azules mares y ríos tocados por el amanecer y el atardecer, canciones de agua que emanan de una garganta de remolino, dinámicos océanos, días rosas y noches turquesas, entornos vírgenes, la esencia de la tierra, reflejos marinos, llamas y trazos en el mar, caminos y arroyos, cielos encendidos, y por supuesto, coloridas y elegantes aves, delicadas mariposas, acercamientos florales y la vida íntima de los árboles.
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Adriana Cantoral