Andrés López

La maestría que tiene para con los pinceles Andrés López es muy afortunada, ya que, inspirado en grandes pintores tales como, Da Vinci, Van Dyck, Caravaggio, Velázquez, de Ribera, Repin, Rubens y tantos más, logra reinterpretar no solo sus emblemáticas escenas, sino también sus técnicas, gamas cromáticas y atmósferas. Llaman la atención sus personajes de antaño, por ejemplo, santos, vírgenes, hombres mayores, mujeres y seres mitológicos. Asimismo, contrasta lo anterior con retratos de personas comunes, animales cotidianos y superhéroes contemporáneos. Todos inmersos en una quietud inquietante, fundidos en una paleta más bien cerrada, pero no por eso opacada.
La oscuridad que impera en sus cuadros, tan trabajada, tan tenebrista y tan excelsa tiene al menos dos intenciones. La primera es la de destacar al protagonista en medio de un fondo incierto, pintado con múltiples veladuras, en el que no sabemos realmente qué lo rodea. Cabe mencionar que este claroscuro no es total, ni radical; es sutil y atenuado. Inclusive, la segunda finalidad es la de impregnar de manera parcial a la figura retratada de ese ambiente sombrío, confuso y denso. En la mayoría de sus composiciones los rostros, vistos desde cerca, nos parecen borrosos y difuminados, sin embargo a la distancia cobran una nitidez espectacular. Sin duda, son creados al más puro estilo barroco europeo.
Otro aspecto singular de sus piezas son sus pinceladas suavemente dispuestas sobre la tela, no obstante poseedoras de una característica brutalidad pictórica, debido a que contienen una y mil tonalidades en un solo rozar de las cerdas. En consecuencia, nuestro pintor es un maestro de la técnica alla prima, a la vez que un virtuoso de la dialéctica entre el pincel y el óleo. Es evidente que el conocimiento profundo de ambos le permite consagrarlos en el lienzo. A veces pinta de modo que reluzca la imprimatura de la tela, mientras que en otras ocasiones le da un efecto nebuloso y abrumado a la imagen. De cualquier forma, sus obras aportan un valor invaluable en cuanto a tonos, matices, mezclas y combinaciones de colores.
Sobra decir que su calidad dibujística es impecable. Lo mismo crea un boceto del S. XXI que uno del XVII. Andrés es un incansable admirador de la escuela clásica de pintura española y del cómo sus exponentes aplicaban la luz. El autor se interesa, al igual que en la negrura y las grisallas de su arte, en la distribución y el manejo de la luminosidad. Ello genera una estética, además de bella y poética, tremendamente fiel a la que produjeron aquellos artistas. Por lo tanto, su trabajo artístico consta de una interminable batalla entre luces y sombras, donde parece que ganan las tinieblas iluminadas, entre trazos y dibujos, donde los segundos se imponen y entre apariencias y realidades, según lo que se aprecie primero de acuerdo a la lejanía con que se les observe. Con todo, esa falta de resolución o claridad en sus pinturas, en sus miradas, es más que fascinante.
@lopez_andres_art
Adriana Cantoral