Con el lenguaje de la luz dorada que ilumina la hierba otoñal, el crujir de las hojas, la tierra del campo, la arena del mar y abraza indefinidamente al horizonte, Azucena pinta cuadro a cuadro. Asimismo, con el idioma azul del océano, la tempestad, el cielo y de la vida misma, nos pierde entre aguas marinas, destellos luminosos de sol, fuertes lluvias, olas de oro, espumas de plata, cascadas blancas y, sin duda, un gran dinamismo pictórico de emociones y sensaciones. Cabe destacar que el juego de tonalidades azules, así como sus combinaciones, revela en sus abstracciones un componente meramente espiritual, es decir, la artista nos habla desde el alma y por medio de sus lienzos va dando voz a sus sentires.

En sus composiciones también observamos las marcas expresivas de las espátulas, la fluidez y el carácter acuoso de la pintura, diversas texturas accidentales, distintas formas naturales, diferentes ritmos de las brochas, pero sobre todo, la expansión del color sobre la tela, tal como una amplitud de consciencia que le permite navegar libremente en una paleta tanto de tonos fríos como cálidos, llena de sensualidad oceánica y profundo sentimiento marino. Por lo tanto, en su abstraccionismo afluyen el deleite por las manifestaciones de la naturaleza, la admiración de su belleza, la expresión de lo indecible y la develación colorida de lo inefable.

Adriana Cantoral