Cecile Dutilly

Cecile Dutilly procura la línea curva y biomórfica en sus esculturas, por ejemplo, sus caballos que describen en el barro sinuosidades infinitas, cuerpos ondulantes y una forma general que redondea en la abstracción. Sus cabellos enrollados poseen movimientos mesurados, también sus extremidades. Sus rostros perfilan el hermoso anonimato abstracto de Equus; de su bondad, nobleza y docilidad. Por otro lado, sus trazos escultóricos se tensan en sus toros, pues a pesar de que los modela lisos, es evidente el esfuerzo de su ser por levantar la cabeza e impulsarse enérgicamente hacia la vida. Sus cuernos en diagonal se niegan a someterse en el ruedo. Son criaturas de coraje, valentía y bravura que se plantan en actitud de rebeldía frente al toreador. Asimismo, su corporalidad horadada alude a atributos eternos e inmortales, a la vez que a una proyección de animales de poder que fácilmente pueden ser tomados.
Sus torsos femeninos están despojados de todo, levantando los brazos hacia la libertad. Las siluetas y contornos que los conforman son una reinterpretación de la diosa griega Afrodita de Milo; canon milenario de la belleza femenina, no obstante, en una acepción más minimalista y contemporánea. Llaman la atención las marcas de sus glúteos y del monte venusino, ya que representan una sensualidad manifiesta, un ser mujer pleno, completo y absoluto. Del mismo modo, la similitud entre el barro humedecido y la piel humana da como resultado una pieza dotada de expresividad y personalidad únicas. Con rasguños y rayaduras de metal, más o menos tenues, su carne viva respira candor, sencillez y, en especial, franqueza. Exactamente igual que con sus figuras masculinas; repletas de gestualidades, surcados acentuados y un histrionismo natural.
Por último, sus objetos arte, tales como hormigas a escala, lentes, bicicletas, entre otros, plasman el lado más lúdico de la escultora; el de encontrar la parte estética en las cosas menores, cotidianas o que incluso pueden parecernos insignificantes. Sin embargo, sus simpáticos insectos, pequeñas ruedas y curiosas gafas continúan con ese trazado circular, a veces titubeante, pero siempre orgánico y cíclico. Sin duda, sus obras plasman lo simple, lo asequible, de alguna manera lo que tenemos a la mano, así como el espíritu humano emocional y sentimental. Particularmente en sus soluciones compositivas, estilos plásticos, texturas, relieves, materiales y acabados finales. De la cálida e indefinida arcilla al frío y definitivo bronce. No sobra decir que Cecile es una artista que siempre ha intimado con diversas artes plásticas y que en sus piezas es posible rastrear el influjo desde Rodin, Arp, Moore hasta Koons, sin dejar de lado la enorme riqueza cultural de nuestra tierra.
Adriana Cantoral