Chica Ayala
Published by Adriana Cantoral,
Las esculturas de Chica Ayala hacen las veces de vitrales irregulares, ya que están formados por abstracciones, superficies accidentadas, contornos veleidosos y tonalidades traslúcidas. Entre la transparencia de sus orillas, como resplandecientes abanicos de finos celofanes, y la opacidad de algunas de sus partes, la artista amasa, mezcla, manipula, moldea, pule, trabaja, labra y pinta diversos corpus en resina epóxica, tintes, solventes y catalizadores. Sin duda, su proceso escultórico consiste en la cristalización de sustancias tóxicas, volátiles e inflamables que, no obstante, con intermitencia reflejan y refractan armónicamente la luz que las toca. Esa luminosidad proyecta sombras coloridas, a la vez que siluetas cambiantes. Por lo tanto, la autora conjunta la luminiscencia de los materiales con el bello dinamismo de los tonos, los volúmenes y densidades interiores, así como las formas exteriores.
Sus piezas son una suerte de Aleph, en el sentido de que fungen como infinitos prismas que nos muestran despliegues de profundidades, arrugas, relieves, texturas y gamas cromáticas. Recorrerlas y rodearlas con la mirada resulta una grata y arrobadora experiencia estética. Lo prístino de sus figuras, sus inexplicables e intrigantes composiciones, su estilo abstracto, sus difuminados y oscuridades, al igual que el brillo de sus colores representan a los componentes universales de la vida. Por ende, todo está explicado y contenido en su obra. Simultáneamente, luces y efectos visuales acontecen en su interior. Paralelamente, ángulos y perspectivas ópticas suceden desde dentro. Símbolo, signo, significado y conocimiento son sus creaciones. Nosotros simplemente observamos, asimilamos y comprendemos su magnitud.
Por otro lado, la atractiva y fatal naturaleza tóxica de sus esculturas, queda plasmada en hermosas pinturas diluidas en la masa transparente. Ésta, a su vez, atrae a la muerte a distintos insectos, tales como moscos, abejas, mariposas, escarabajos, etcétera. Los atrapa en sus entrañas artificiales que aparentan ser de oro, plata, cobre, aluminio, ámbar, tierra, arena, montañas, glaciares, cavernas, células o animales primitivos. Descaradamente los seduce y tienta con sus elementos nocivos, dañinos y venenosos. En definitiva, Chica Ayala a través de sus llamativos naranjas, amarillos, ocres, dorados, morados, violetas, rosas, bermellones, carmesíes, marinos, cobaltos, celestes, verdes, olivos, negros, plateados, grises, blancos, sepias, cafés y demás colores nos plantea que lo letal y adictivo, en el ámbito artístico, se puede transformar y expresar en inmortal y creativo.
Adriana Cantoral




