Cristina Riego

Las manos de Cristina Riego transforman componentes de la tierra y demás materiales crudos en fina cerámica. Inclusive, sus huellas dactilares se compenetran con el barro que abraza sus dedos y humedece sus palmas. En esa etapa de modelado, sin duda, se manifiesta tanto su destreza manual como su talento pictórico, mientras que en lo subsecuente, el secado y la quema, es la naturaleza quien dicta el destino de la pieza. De tal modo, durante cada uno de los procesos escultóricos la artista intima totalmente con los cuatro elementos; la tierra; con su entrañable carácter, el agua; con su característica fluidez, el aire; con sus rasgos livianos y el fuego con su personalidad llamativa.
A partir de arcilla la autora recrea angulosos rostros tribales, curiosos seres totémicos, vasijas milenarias, mitologías que se enredan en lo petrificado, elaboradas grecas ancestrales, bellos patrones geométricos, símbolos universales, armónicos encuentros acuosos y terrestres, estéticos relieves vidriados, singulares dinamismos naturales, vacíos en formas abstractas, figuras minimalistas que se ensamblan, abstracciones orgánicas, seres marinos y alados, entre otros. Llaman la atención sus texturas siempre marcadas, sus gestualidades a flor de piel y los pigmentos de sus esmaltes, al igual que sus efectos, luminosidades, oscuridades y densidades después del horno. Asimismo, los correlatos respecto de sus pinturas con los distintivos trazos y colores que recorren y describen sus creaciones.
Por lo tanto, las envolturas del alma, los misterios del ser, lo entrelazado, lo infinito, lo matérico, lo endurecido, lo interno, lo cubierto, lo expuesto y lo sensible permean en sus esculturas. No existe en ellas la simpleza, pues son un complejo dotado de belleza, perspectiva y orden. Aquel fluido de vida que les da la razón de ser se evapora al calor dejando impregnada su hermosa esencia. Por eso y más su arte es alquímico.
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Adriana Cantoral