Daniela González
Published by Adriana Cantoral,
El abstraccionismo de Daniela González parte de un flujo intangible de lo impensable, de lo incontrolable, de lo mínimo, de lo irrepresentable y de lo inefable que culmina en cuadros con suma paz contemplativa y en la manifestación diáfana de la sensible consciencia de la pintora. Cabe destacar que la estética japonesa Wabi Sabi, que se rige por la belleza de lo imperfecto, aquello que no permanece, lo dinámico y lo armónico, al igual que la filosofía Zen están latentes en sus linos. Tras esos influjos, la artista logra transmutar sus obras en hermosos objetos abstractos ajenos a sus expectativas creativas y discursivas. Por lo tanto, las imágenes que pinta son como experiencias espirituales; a veces inteligibles, otras indecibles, otras más puras; con pocas formas, figuras y colores; son sencillamente simples y nos transmiten silencio, serenidad, quietud, soledad, intuición y estados meditativos.
Hay también un ascetismo oriental insinuado en sus pálidos trazos, ya que juega con los conceptos de material (el soporte fibroso y las tierras) e inmaterial (los pigmentos y sus improntas). De tal modo, sus lienzos son terrenales, pues albergan arenas naturales, polvos de mármoles, fragmentos de cuarzos, trozos de maderas y otros elementos matéricos que son dominados por los tonos claros que iluminan la pieza, los rastros etéreos de la espátula que la reafirman como abstracta y la gestualidad libre y pausada que la dotan de personalidad. En ese sentido, en sus creaciones la tierra lisa (sobre lo que se pinta) da vida al espíritu rugoso (lo pintado). Asimismo, en sus composiciones, llaman la atención esos pequeños cristales prismáticos, puesto que se integran estéticamente a la tela, con sus luces y destellos, además de irradiar una energía limpia y sanadora. No se diga de la espontaneidad de sus texturas y relieves.
Daniela consigue no alterar lo inalterado que surge de sus manos creativas, permite que la pureza abstracta que reside en su alma se transforme en Arte sin pasar por los filtros del intelecto, el pensamiento o el raciocinio. Sin figuraciones, ni representaciones de la realidad, con muy pocas tonalidades, o con una sola, logra plasmar lo más íntimo de su ser. Eso, más allá de ser un acto artístico, es de un mérito estoico.
Adriana Cantoral




