Daniela Ovalle

La dualidad del abstraccionismo y el figurativismo está latente en la obra de Dani Ovalle, son un reflejo de su manera de ser. Se trata de dos realidades que se complementan en su discurso plástico. Si bien, el hecho de ser una artista joven no le ha impedido conciliar ambos estilos en el lienzo, hazaña que no siempre es fácil para los creadores. Por ello, su propuesta es plural y amplia, ya que abarca desde lo hiperreal hasta lo más alejado de la percepción física. Asimismo, el uso de diversos materiales y medios como cartones, papeles, fibras, plastilita, pasta para modelar, gesso, arenas, acrílicos, óleos, aerosoles, pasteles, etcétera, proveen a sus piezas de texturas y modulaciones visuales únicas.
En sus figuraciones al pastel imperan los detalles, pues la autora es una minuciosa observadora de lo que va pintando. Del mismo modo, crea con sus dedos para palpar el soporte con los finos polvos de color y así, no pasar por alto cualquier pormenor. Ella disfruta de ese largo proceso en el que sus animales, verdaderamente, cobran vida a través de sus manos impregnadas de pasteles. La exhaustiva dedicación con la que los traza le ha permitido retratar varios seres vivientes, algunos de ellos en peligro de extinción. En otras ocasiones se ha centrado en la figura femenina acentuando su característica sensualidad. Con todo, llaman la atención las expresiones de sus ojos, el brillo de su pelaje o plumaje, según sea el caso, y las tonalidades de sus cuerpos. Sin duda, detrás de estas obras hay un arduo manejo del dibujo a la más clásica usanza.
Sus abstracciones se distinguen por la libre experimentación de la pintura. De igual forma, irradian luces de libertad en todas sus composiciones. El manejo colorístico también es preponderante para la pintora, pues recurre a distintas técnicas con el óleo y el acrílico, tales como veladuras secas y húmedas. Azules, arenas y rojos se encienden en sus telas con singular armonía. De tal suerte, las marcas del material, los rastros de las herramientas para pintar, los efectos visuales producidos por las mezclas de colores y las atmósferas de Dani nos transmiten una acertada canalización de sus emociones y de sentimientos. Ciertamente, los libera sobre el lienzo, pero siempre conservan un cierto orden y contención representados bajo una estética de autonomía pacífica.
Por lo tanto, su arte no es arrebatado, ni desbocado, si no que mantiene de fondo una quietud y tranquilidad por más espontáneos e independientes que sean sus trazos y pinceladas. Está hecho con la finalidad de contemplarse, admirarse y relajarse. En otras palabras, Dani permite manifestar su interior en las piezas, sin embargo lo hace con una intención particular o una directriz específica para no perderse en lo meramente emocional y sentimental. Sus cuadros nos hablan desde la claridad, en torno a temas puntuales, a cerca del reino animal o la naturaleza humana. No hay caos ni impulsividad totales, al contrario, existe premeditación, aunque no siga al pie de la letra su idea inicial, aunque le de rienda suelta a su imaginación.
Adriana Cantoral