Efraín Becerra Castañeda. Tierra Mágica

En lo más alto de la Sierra Norte de Puebla se localiza el místico lugar en el que sus habitantes transitan por las calles con un andar milenario. Su vestimenta es casi la misma desde épocas prehispánicas, al igual que sus costumbres, tradiciones y sobre todo su entorno compuesto por bosque de niebla. Asimismo, la sabiduría ancestral mágica se ha mantenido intacta pese al transcurso del tiempo. La tierra de esta región del Totonacapan es roja como la canela y la vainilla al tostarse. Es rica en frutos y hierbas que brotan de ella. Es un suelo fértil y mojado que con solo mirarlo produce vida y parece fundirse con el rocío sagrado.

“Tierra Mágica" es un retrato del paraíso…de ese Edén no perdido, sino presente y consciente en sus féminas empoderadas de conocimiento generacional. Ellas son las hijas, las madres y las abuelas que sanan la vida a través de la suya y que transmiten sus enseñanzas a sus descendientes. Efraín Becerra Castañeda plasma el ideario, más bien femenino, de las totonacas (totonakús) por medio del folklore, de lo íntimamente indígena, de lo sobrenatural. En sus obras podemos apreciar a curanderas encomendadas a fuerzas espirituales. También observamos la riqueza faunística de Cuetzalan en los quetzales y otras aves. Las escenas del pintor aluden a la sanación del alma y a los rituales de lo sensual y lo sensible.

Tláloc, deidad mesoamericana antiquísima, con sus aguas inunda y fecunda los campos y espacios a la vez que acentúa a la mujer nativa, desde su feminidad pura. Plegarias, invocaciones, ruegos y adivinaciones impregnan el trabajo del artista. Sus telas se bañan de los vapores que acaecen en Yohualichan, la Casa de la Noche, y en sus alrededores. No hay un solo árbol o planta en Cuetzalan que no sea tocado por la densa neblina humectante. Las laderas de las montañas apenas si son visibles y con ese abrumante vaho del aire brillan las velas de las ancianas hechiceras.

Las horas se pierden a través de la calina, no se sabe porqué las nubes reposan plácidamente sobre la vegetación y el pueblo. La atmósfera se torna especial y propicia para el encanto de la iluminación. Los chamanes se reúnen advocando a las divinidades terrestres y celestiales y de ese modo piden la curación de los males. Eso lo pinta el autor destacando con viveza las escenas que encarnan los personajes. “Tierra Mágica" nos habla de los ancestros poblanos de Efraín y de sus usanzas en la herbolaria y la medicina totonaca y náhuatl. Las mujeres de Cuetzalan que él recuerda eran hermosas, voluptuosas y conectadas consigo mismas. En silencio disfrutaban del deleite de su propia belleza y del goce estético del ambiente natural diáfano y pulcro.
Adriana Cantoral