Haydee Laborin

El alma de Haydee Laborin habla a través de sus pinturas. Aquellos murmullos emocionales de la artista quedan impregnados en sus telas. Series como "Detrás de mi silencio" dan cuenta de ello, porque versan sobre un amor que no llegó a ser, a consumarse plenamente o que no permaneció en el espacio y el tiempo. Al parecer, la vida lo llevó por rumbos separados. Y ese desencanto está presente en los tonos, en sus contrastes y combinaciones. La ruptura se ve reflejada en un corazón latiendo con desesperación, en medio de la soledad, con raíces desecadas, debido a que perdió a su par. Asimismo, un noble colibrí intenta reanimarlo con su aleteo azul y vivaz, no obstante su esfuerzo es en vano, ya que el dolor es inevitable.
Aún más, la pintora plasma la imposibilidad de la relación, las ataduras para seguir adelante, o para no soltar el pasado, la pena, el duelo y la tristeza por lo que fue. Destaca ese amor al que quizás le faltó compromiso, valentía, entrega, o simplemente el destino lo alejó para siempre. Detalla el estrujamiento que padece un corazón herido, que se siente rechazado, abandonado, traicionado, pero en realidad solo está confundido y devastado. En sus cuadros, cada cual vive su sufrimiento, a pesar de que sus cuerpos y espíritus intenten reencontrarse. Les cuesta tanto olvidar las muestras de afecto pendientes, las caricias que faltaron, los te amo necesarios, la intimidad truncada y el aceptar que ya no están unidos.
Sin embargo, no toda su obra trata acerca del desamor, pues en sus múltiples retratos de la virgen María, la autora nos transmite esa paz, armonía y cercanía que le son propias a la Madre divina. Si bien, sus apariciones irradian luz y desaparecen los miedos, Haydee pretende que cualquiera simpatice con la reina del cielo, independientemente de su religión o credo. Por eso la captura, una y otra vez, en sus momentos de máximo esplendor. Su paleta de colores se corresponde a la perfección con la imagen de la santa; es clara, diáfana, transparente y mística. También emplea texturas, gestualidades en los trazos, una figuración muy libre sin restricciones de estilo, tonalidades ocres y azulosas, al igual que sus imprescindibles mariposas.
La creadora lo mismo cuida la pincelada suave, ligera y figurativa, que parece levitar del lienzo, que la expresión más exaltada y voluminosa de sus espátulas. Lo mismo se mantiene en una gama cerrada que en una con bastantes variaciones cromáticas. Lo mismo trabaja con veladuras suaves que con densas capas sobrepuestas. De esa manera, sus singulares flores sobresalen en sus composiciones. Éstas aluden al hecho de pintar sus palabras interiores, a la primavera, al renacimiento, las canciones alegres y a lo bonito de la existencia. Son el punto medio de sus diversas técnicas. Poseen un carácter acuoso, puesto que fluyen junto con las emociones de la artista, rompiendo así las fronteras entre el arte abstracto y el arte figurativo.
Adriana Cantoral