Francisco Esnayra

El rostro humano es un lenguaje emocional por excelencia debido a la riqueza de sus expresiones, estas pueden ir desde el asombro, el desagrado, la tristeza, el enojo, el miedo y la alegría hasta unas más complejas como la angustia, la ansiedad, la depresión, la obsesión, la neurosis, la psicosis, la histeria y la fobia. Por otro lado, el rostro resume también las funciones vegetativas, sensitivas y racionales del cuerpo. Aunado a lo anterior, el semblante es el lugar más íntimo del ser y paradójicamente, el más exteriorizado del mismo, el que siempre está a la vista de los demás y descubierto a su merced y a la del mundo.

Francisco Esnayra sensibilizado por el carácter emotivo y revelador de la cara se dispone a extraer de su interior lo expresado y lo expresivo, a la vez que retoma la anatomía y fisonomía masculinas para articular numerosas reflexiones sobre la vida mental. De una forma viril, elige la fuerza de las facciones que imprimen el pathos de cada protagonista, labrando así una psicología filosófica, o bien una antropología escultórica y eso le permite ver al ser humano como un sujeto constituido por infinitas emociones, infinitos pensamientos e infinitos conocimientos dentro de una complicada mente.

El escultor penetra profundamente en lo humano del rostro y de la mente, pues debajo de lo facial y más allá de cualquier mueca subyace una inteligencia esculpida que percibe y se sabe percibida, que siente y se sabe sentida y que piensa y se sabe pensada, por tal motivo comunica lo que tiene adentro con suma expresividad. Ciertamente, en el proceso creativo, Francisco ahonda en sí mismo autorretratándose en la mente y en la faz de cada escultura que moldea. Entonces, su obra se convierte en un estudio de sí mismo en el cual devela, con la habilidad de sus manos, la mente humana y sus expresiones.

El artista incorpora a sus figuras la inmaterialidad del intelecto y la naturaleza del alma de manera histriónica, de ahí la abundancia de ademanes faciales en sus piezas. Francisco ensaya en torno a su personalidad probando diferentes facetas psicológicas y psíquicas…como si se permitiera experimentar las sensaciones de alguna enfermedad mental o se tomara la libertad de jugar con un estado alterado o alucinado de conciencia, aún más, como si se pusiera en el lugar de alguien que carece de funciones cognitivas o por el contrario, alguien que goza de una percepción extrasensorial y sobredotada, y por último, como si fuera alguien con incontrolables sentimientos y pensamientos. Al parecer, representa lo inefable del ser, aquello que solamente puede ser dicho por una gestualidad exagerada y que suele llamarse conciencia y en el mejor de los casos autoconciencia.
Adriana Cantoral