Gabriela Casanova

La obra de Gabriela Casanova nos induce a una abstracción múltiple. Su trabajo es una muestra de lo irrepresentable, de eso que subsiste entre lo matérico y lo espiritual. De tal modo, que la esencia de sus imágenes se compone de una ontología de los colores con un sentido armónico. Cada uno de sus temas lleva implícitamente la invitación de imaginar, sentir y reflexionar. Sus cuadros se sitúan en la delgada línea entre el final de la imagen, como concepto, y el inicio de la imaginación. Gabriela describe con los pinceles, los óleos y demás sustancias y elementos, el proceso de oxidación, de desgaste y de consumación de diversos materiales. Asimismo, pinta lo invisible de la vida a través de luces, sombras y profundidades bajo una mirada ávida de ficción y de un poco de realidad. Las imágenes de la artista, al igual que los primeros pintores abstractos, transgreden a la imagen misma. En sus telas vemos, entre líneas, lo que es representado de una manera que no es. Es decir, observamos las formas de lo informe. La autora recurre a un lenguaje pictórico que intenta expresar la naturaleza del deterioro y del uso continuo de las cosas. Esto se ha convertido en un distintivo de su producción artística Sus visualizaciones rechazan la obviedad y el carácter evidente de lo real sumergiéndose en formulaciones inéditas, sacando a relucir sus temáticas. Ella acentúa el valor y la personalidad del colorido con significaciones propias que se traducen en líneas difusas y atmósferas difuminadas en medio de la luz. Es una esteta de lo viejo y de lo antiguo, de lo remoto y de lo lejano, de lo puro y de lo alterado y también de lo emotivo y sensitivo. La creadora posee un espíritu artístico libre, un tanto informalista, un tanto orgánico, un tanto lírico, pero abstracto al fin y al cabo. Las escenas que retrata aluden a la quietud, a la persistencia y a la impronta del ser. A aquella resistencia a quedarse, no obstante, el paso del tiempo y de las circunstancias. Gabriela destaca la fuerza de lo que permanece, sin embargo, en sus trazos se lee la necesidad de trascender más allá de lo mundano, de superar lo terrenal y de dejar de manifiesto que la existencia es una constante confrontación entre lo nítido y lo indefinido. En conclusión, la pintora plasma fragmentos de sí misma desde diferentes visiones y ambientes. Todos ellos sutiles y etéreos para contrarrestar el poder de lo inmutable. Es probable que sus composiciones evolucionen y maduren la noción de confrontar ámbitos aparentemente irreconciliables hasta llegar a una sólida propuesta pictórica.

Adriana Cantoral