Irma Laura Casarín

Los cuadros de Irma L. Casarín son concebidos como lugares de especulación en cada una de sus formas y colores. Vemos ensayos e intuiciones en sus composiciones abstractas, así como reducciones y depuraciones de ciertas figuras. En sus obras palpamos la experimentación matérica y cromática. La pintora nos deja al descubierto los procedimientos por los cuales convierte a sus piezas en objetos físicos. En algunas ocasiones recurre a soluciones no figurativas y en otras a reinterpretaciones de la realidad. Por lo tanto, su abstraccionismo parece ser primero, valga la redundancia. Esto quiere decir que la artista involucra plenamente su intelecto a la hora de crear y se enfoca en el aspecto formal lejos de imitar o reproducir lo existente.
Irma es una autora que por una parte, busca un contenido visual en la tela a partir de la pintura misma. Hay un tanto de objetividad y subjetividad en sus lienzos, al igual que una sensibilidad por trascender el plano de lo visible. Por ello, sus creaciones no relatan lo real, sino que más bien lo investigan y lo abordan desde caminos contrarios a la representación explícita. Por otro lado, no todo lo que pinta alude al formalismo puro y universal, ya que también plasma expresiones libres, inconscientes, accidentales y azarosas. De tal suerte, juega con el proceso de pintar, de manera gestual, sacando a flote sus emociones y sentimientos. A veces imprime trazos rítmicos… manchas y fondos dominantes… y brochazos superpuestos que describen signos.
En cuanto a la paleta de Irma podría decirse que es de colores neutros y ocres, principalmente, formando atmósferas sólidas y casi escultóricas. Llaman la atención los devenires y desintegraciones acontecidos en sus obras que dejan sus rastros en diferentes texturas, símbolos y relieves. Su estilo abstracto se desarrolla en el espacio pictórico bajo una narrativa de convergencias y divergencias, de antes y después, de permanencias y de ausencias y de posibilidades y hallazgos. Con determinadas líneas nos da la impresión de que sus cuadros se abren y se cierran sobre sí mismos, como si expusieran sus entrañas y luego se recataran tras delicados velos.
Su trabajo es variado, en unas facetas se acerca a las siluetas geométricas y en otras a los contornos orgánicos. En general, permea una armonía en sus lienzos que se nos muestran como libros entre abiertos dispuestos a ser hojeados por los espectadores. Sin duda, las atinadas y sutiles veladuras, a la vez que la distinción de los planos hacia lo profundo conforman una estética peculiar y genuina. Irma padece y transmite lo que su Arte le exige. La luz que se esparce por encima de la tela es la necesaria para dar lectura de un complejo mundo de intrincados, errantes e interrumpidos surcos.
Adriana Cantoral