Jaime Barba
Published by Adriana Cantoral,
Las líneas de Jaime Barba, tanto en soportes digitales como en tinta o lápiz sobre papel, abarcan desde lo erótico y sensual hasta lo lúdico, sin dejar de lado el paisaje. De tal manera, en sus obras apreciamos escenas de la playa, nubes, olas, acantilados, ambientes costeños, así como lugares volcánicos y urbanos. En todos ellos el artista juega con los efectos de la luz, los trazos abstractos y bocetados, al igual que las tonalidades infinitas que la computadora le permite combinar. El resultado son estéticas composiciones de parajes solitarios, inmersos en una interesante bruma u oscuridad, descritos en una paleta de colores más bien húmedos y detallados en un espectro visible que ciertamente parte de la realidad, pero se mezcla con elementos artificiales del software.
En cuanto a sus personajes, estos suelen ser anónimos o autorretratos. Algunos de ellos se caracterizan por lo expresionista y exaltado de su trazado, mientras que otros se conforman de mínimos lineados. De cualquier modo, lo geométrico, los detalles de sombras y texturas, a la vez que la abstracción simplificada se hacen presentes en sus piezas. Asimismo, estados emocionales dinámicos como ansiedad, estrés, inquietud o hiperactividad se manifiestan en sus coloridos rayones y tachones. Sin embargo, en conjunto resultan totalmente armónicos, llenos de sentido y con un profundo significado. Llama la atención la sencillez de lo lineal que fluye entre lo figurativo y lo abstracto. Entre lo curvo y lo recto. Entre lo gestual y lo imaginario. Entre lo tribal y lo surrealista. Entre la máxima y la mínima expresión. Entre lo acompasado del entramado y lo pausado de este.
El erotismo es evidente en sus cuadros. La sensualidad del cuerpo femenino, ya sea en soledad o en conjunción con el masculino, lo expresivo de sus rostros abstraídos, la conexión entre sus rasgos faciales y genitales, y, en especial, lo ceremonial y ancestral del encuentro sexual humano dan fe de ello. Por otro lado, el dibujo paleolítico de astros, animales o seres mitológicos, la extensión del ser por el espacio más allá de lo corpóreo, el garabato exacerbado, incesante en sus giros, que después de enderezarse vuelve a divagar en múltiples sinuosidades, el punto como contraste de lo continuo, lo arquetípico e inconsciente, la finura y el grosor, así como lo espiral y lo tajante forman en el universo del autor un tipo de escritura musical prehistórica.
El humor, la muerte y el amor también se relacionan e interactúan con sus complejos seres. De cierta forma, ellos giran en distintas perspectivas, planos y posiciones. Nada en sus escenarios está fijo, al contrario, todo se mueve y cambia. Sin duda, Jaime Barba nos dirige por la facilidad, agudeza y agilidad con la que dibuja la línea que es como un metafórico hilo conductor en su obra. Al parecer, ésta está influida por diferentes técnicas gráficas, de ilustración y diseño, no obstante, diversas escuelas y corrientes artísticas de las vanguardias de la primera mitad del siglo XX.
Adriana Cantoral





