Janette Delgadillo

El interior del cuerpo humano, como un universo hermoso, una máquina perfecta, lleno de misterio y enigmática armonía, se representa en las obras de Janette Delgadillo. En estas, observamos estilizadas osamentas, en medio de la penumbra, adornadas con flores, al igual que calaveras mexicanas emplumadas de vida, sumamente observadoras. Asimismo, la pintora retrata el dinamismo entre la tecnología y la biología en cuadros de cráneos transparentes con sistemas nerviosos plásticos, prótesis que se integran e implantan en el organismo, sistemas orgánicos enteros hechos a partir de un prototipo y reproducciones asistidas bajo un diseño fabricado. Sin duda, la artista nos hace reflexionar sobre cuestiones antropológicas diversas, tales como la nanotecnología, biotecnología, inteligencia artificial, la relación de la mente con la máquina, la transformación de personas en androides, humanoides o ciborgs, la instauración del transhumanismo, la vanidad y la extravagancia de las innovaciones biomédicas, el límite cada vez más incierto entre la vida natural y la artificial, los experimentos en laboratorios, la forma en que los procesos naturales serán desplazados por los avances científicos y, en especial, el cómo nos convertiremos paulatinamente en un espacio vivo para la ciencia. Al parecer, de fondo la creadora se pregunta si realmente todo lo anterior va a mejorarnos como especie. Si el hecho de llenarnos de procesadores de datos, computadoras, dispositivos electrónicos más bien terminará por modificarnos y alterarnos irreversiblemente como humanos.

Por otro lado, en su fantástico imaginario coexisten escenas tan surreales como las de sensuales y embriagados personajes enológicos que merodean los racimos de un fértil viñedo o copas de vino en mágicos bodegones. Del mismo modo, en el océano prevalecen seres femeninos en azul que habitan el fondo marino, conviven con peces gigantes de colores y nadan entre oleajes y cielos rojinegros con ardientes espumas, en la superficie hay árboles con raíces de colas de pescado suspendidos en el aire y anfibios azules. Aún más, en la tierra persisten cuevas secretas, ángeles en blanco y negro con alas de arcoíris y coquetas y elegantes catrinas de antaño. Fuera de nuestro planeta, cascadas de aguas galácticas y paisajes interestelares. En nuestro inconsciente, hermosas mujeres de cabellos índigo sobre corceles negros, hadas de ensueño, mariposas frutales, bosques encantados, animales curiosos, rostros cargados de emociones, historias de desamor y, sobre todo, iris que hipnotizan con sus pétalos coloridos, faros que iluminan con luces oculares, ojos que todo lo ven, todo lo observan, todo lo miran, de ellos todo nace, todo se origina, todo surge, todo brota, pero también todo culmina y todo termina. Sueños puros, en definitiva.

Adriana Cantoral