Jessica de la Garza

La obra de Jessica de la Garza está habitada por autorretratos. Su trabajo tiene influencia de Lucian Freud y Egon Schiele principalmente por la forma de representar la carne humana. Si bien, la artista detalla las manos y los rostros de los personajes con singular cuidado, a la vez que les imprime rasgos fisonómicos de ella. Sus composiciones enfocadas hacia el centro, como punto de origen, nos hablan de un despliegue espacio – temporal – metafísico de los protagonistas. Su paleta es superpuesta una y otra vez hasta conseguir los tonos de piel histriónicos, la musculatura dramática y los gestos exagerados. Asimismo, los fondos con múltiples capas y su dibujo en punto de fuga dotan a sus lienzos suma originalidad.
Los entes que pinta Jessica persisten buscando el sentido natural de la esencia. Algunos de ellos se resisten al cambio y al dinamismo de la vida, aferrándose a lugares y situaciones, otros fluyen en la espiral infinita del devenir y otros llegan más allá para encontrarse a sí mismos. De igual manera, unos nos miran desesperadamente con una sórdida urgencia de liberarse con sus manos retorcidas, mientras que otros guardan silencio con los ojos cerrados y los brazos livianos. La tensión de sus escenas se debe al concepto de dualidad; de ser y no ser, de estar y no estar. La pintora agota las figuras humanas en la tela para brindarnos una perspectiva teatral y escénica de sus historias personales.
Jessica no repite del mismo modo a sus personajes, inclusive los desvanece para otorgar a la pieza un aire misterioso. Llama la atención que estos permanecen unidos, como si no pudieran separarse jamás, en espera de hallar los movimientos universales que les brinden libertad. Sin duda, la artista retrata el inexorable paso del tiempo, la danza de la existencia, los estadios de un mismo ser, la evolución e involución personal, lo cíclico, el nacimiento y la muerte, así como el entrecruzamiento del destino. Su mirada sensible de mujer plasma diversos planos ontológicos que por un lado se complementan entre sí, pero que por el otro se oponen rotundamente. Observar sus cuadros es comprender su percepción de lo que significa estar vivo.
Los cuerpos humanos de Jessica invitan, sutilmente, al desnudo parcial o total. En la serie Desdoblamientos humanos expresa la riqueza sensitiva de lo carnal, sus atributos de fragilidad y su potencial expresivo. No hay nada en la naturaleza que cubra mejor la intimidad espiritual que la piel humana y la autora lo sabe, por ello se detiene en descripciones anatómicas específicas como arrugas, pliegues, huesos, venas y expresiones faciales acentuadas. Cabe destacar que no recurre a modelos profesionales, sino a amistades y familiares para captar lo puro y espontáneo de sus cuerpos. El resultado es una indagación de posturas improvisadas, pero naturales. La viveza de sus creaciones es una constante en su producción artística.
Adriana Cantoral