Jessica de la Garza
Published by Adriana Cantoral,
La obra de Jessica de la Garza está habitada por
autorretratos. Su trabajo tiene influencia de Lucian Freud y Egon Schiele
principalmente por la forma de representar la carne humana. Si bien, la artista
detalla las manos y los rostros de los personajes con singular cuidado, a la
vez que les imprime rasgos fisonómicos de ella. Sus composiciones enfocadas
hacia el centro, como punto de origen, nos hablan de un despliegue espacio –
temporal – metafísico de los protagonistas. Su paleta es superpuesta una y otra
vez hasta conseguir los tonos de piel histriónicos, la musculatura dramática y
los gestos exagerados. Asimismo, los fondos con múltiples capas y su dibujo en
punto de fuga dotan a sus lienzos suma originalidad.
Los entes que pinta Jessica persisten buscando el sentido
natural de la esencia. Algunos de ellos se resisten al cambio y al dinamismo de
la vida, aferrándose a lugares y situaciones, otros fluyen en la espiral
infinita del devenir y otros llegan más allá para encontrarse a sí mismos. De
igual manera, unos nos miran desesperadamente con una sórdida urgencia de liberarse
con sus manos retorcidas, mientras que otros guardan silencio con los ojos
cerrados y los brazos livianos. La tensión de sus escenas se debe al concepto
de dualidad; de ser y no ser, de estar y no estar. La pintora agota las figuras
humanas en la tela para brindarnos una perspectiva teatral y escénica de sus historias
personales.
Jessica no repite del mismo modo a sus personajes,
inclusive los desvanece para otorgar a la pieza un aire misterioso. Llama la
atención que estos permanecen unidos, como si no pudieran separarse jamás, en
espera de hallar los movimientos universales que les brinden libertad. Sin
duda, la artista retrata el inexorable paso del tiempo, la danza de la
existencia, los estadios de un mismo ser, la evolución e involución personal,
lo cíclico, el nacimiento y la muerte, así como el entrecruzamiento del
destino. Su mirada sensible de mujer plasma diversos planos ontológicos que por
un lado se complementan entre sí, pero que por el otro se oponen rotundamente. Observar
sus cuadros es comprender su percepción de lo que significa estar vivo.
Los cuerpos humanos de Jessica invitan, sutilmente, al
desnudo parcial o total. En la serie Desdoblamientos
humanos expresa la riqueza sensitiva de lo carnal, sus atributos de
fragilidad y su potencial expresivo. No hay nada en la naturaleza que cubra
mejor la intimidad espiritual que la piel humana y la autora lo sabe, por ello
se detiene en descripciones anatómicas específicas como arrugas, pliegues,
huesos, venas y expresiones faciales acentuadas. Cabe destacar que no recurre a
modelos profesionales, sino a amistades y familiares para captar lo puro y
espontáneo de sus cuerpos. El resultado es una indagación de posturas improvisadas,
pero naturales. La viveza de sus creaciones es una constante en su producción
artística.
Adriana Cantoral


