José Lezama
Published by Adriana Cantoral,
El cuerpo de la mujer simboliza la relación entre lo viviente y lo corporal dejando de lado el tradicional hilemorfismo que sostiene que todo ser vivo posee un alma y un cuerpo íntimamente ligados. Penacho ahonda, más bien, en lo que delimita el alma de la fémina respecto de su cuerpo. Se trata de un compuesto, inconstante, cambiante, y dotado de un territorio inagotable de sensaciones y expresiones; la delicada piel con sus voluptuosidades. Ésta se ubica entre el alma y el cuerpo. El autor explora lo incompleto del cuerpo en relación con su principio, el alma. Alma y cuerpo son substancias esencialmente inacabadas que necesitan unirse para complementarse, sin embargo, en el trabajo de Penacho es posible esta desarticulación que encuentra en la materia corpórea un sinfín de manifestaciones de vida.
Entonces, partiendo del cuerpo, el creador plástico abandona el concepto de alma para centrarse en el de vida. La vida es la forma de la existencia del cuerpo, de un cuerpo femenino que disfruta, se abre, recibe estímulos del exterior y sobre todo vive el placer y el gozo de ser representado desde la nada. Las posiciones del mismo pueden variar, renovarse y seguir diversos procesos fisiológicos, pero siempre habrán rasgos de vida que Penacho captará ágilmente con talento y destreza en el dibujo.
Por supuesto que hay también erotismo en sus obras. Esos cuerpos femeninos pintados nos hablan de la vida pura vista desde afuera con sumo deleite estético, asimismo su esfuerzo y resistencia por permanecer inmóviles desatan en la imaginación de Penacho una serie de posturas infinitas. Se necesita un ojo muy sensible como el de él para impregnar en el papel o la tela el dinamismo contenido y liberado del cuerpo de una mujer.




