José Moguel

La obra de José Moguel tiene como punto de partida y de llegada el dibujo, ya que para el pintor implica una intimidad única que se pierde en la pintura. Por eso, sus trazos ensayan con las variaciones de gestos, posturas, perspectivas y composiciones. Inclusive reduce sus pinturas a la simpleza de las líneas y curvas, así como al proceso dibujístico. Por ende, la energía y la intencionalidad con la que traza quedan intactas sobre sus telas. Asimismo, la tinta negra le basta para manifestar, una y otra vez, la dureza de carácter de los bocetos en bruto. Sin duda, la sencillez y el impacto de sus bosquejos adquieren una cualidad pictórica sin perder su esencia dibujística.
En contraste con la facilidad que tiene para realizar sus esbozos se hayan sus temas, los cuales versan en torno a la continua exploración de los estados de consciencia elevados. En esos niveles, la mente se desprende de pensamiento alguno que la ponga a razonar y a generar ideas, es decir, lo que ocurre es que el cerebro se libera de todas las creencias y se concentra en su ser más puro y autónomo. Derivado de ello, la cabeza se despeja en su interior, suprimiendo cualquier distractor, para ver con una claridad indescriptible la realidad. Es justo en ese momento cuando la creación artística se encuentra en su máximo esplendor y surgen las piezas del artista.
Si bien, no es un procedimiento rápido el alcanzar esos estados de consciencia, porque se requiere de entrenar a la mente para que deje pasar de largo cualquier razonamiento que la enganche y solo ponga su atención en el fluir constante. Sin embargo, el hecho de dibujar y de pintar incansablemente le permiten a nuestro autor acceder a esos estados mentales de plenitud que, acto seguido, quedan plasmados en la resonancia de sus colores solemnes y en la vibración de sus tonalidades neutras. De ese modo, sus lienzos acentúan la observación profunda de la anatomía del ser, aquella que los despoja de detalles y accidentes abstrayéndolos a sus estructuras más crudas.
Entonces, su arte comprende desde una condición no racional hasta una de conexión absoluta con la consciencia. Para él el desarrollo creativo es muy semejante a un trance y, no puede ser representado de otra forma más que la abstracta, con sus trazados cargados de sentido, sus movimientos de brazos sueltos, su dinamismo visual, sus ritmos propios, su fuerza expresiva y su estética basada en la percepción de la inmanencia. De la misma manera, sus cuadros describen las capacidades ocultas de la mente humana; nos invitan a desconectar nuestras neuronas de lo conocido y enfocarnos en lo más remoto y recóndito de la memoria, los recuerdos y los sueños, a remembrar las primeras gestualidades conscientes de la infancia.
Adriana Cantoral
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