Judith Acosta

Los lienzos de Judith Acosta son espacios propicios para todas las posibilidades de una abstracción lírica, infantil e improvisada. De tal modo, por medio de un proceso intuitivo de colores y formas, a su suerte, la pintora suelta pinceladas sin reparo, garabatos no planeados y figuras indeterminadas. Por supuesto que la libertad y la espontaneidad forman parte fundamental de su obra. Esa estética gestual, desarreglada y experimental posee una belleza poco convencional, aunque muy llamativa y poderosa. Lo pictórico de sus telas no depende más que de la expresión absoluta acompañada de un cierto informalismo. Sus manchas, por lo tanto, se sitúan en el lugar indicado de su subconsciente plástico.

Materia colorida y gestos, improntas naturales del pincel y caligrafías sencillas, signos psíquicos y exploraciones inconscientes, lenguajes simbólicos y movimientos, acciones y emociones, a la vez que inmediatez y primitivismo se manifiestan en sus cuadros. En ocasiones en tonos rojos, azules, verdes o bien amarillos, púrpuras y rosas. Asimismo, sus composiciones gozan de texturas orgánicas, cadencias expresionistas y un dinamismo lúdico. Generalmente las tonalidades no se mezclan en totalidad, lo cual hace de la pieza un conglomerado de oscilaciones cromáticas resplandecientes y radiantes, mismas que se conectan en sus brillos y se alejan en sus sombras.

A través de los relieves acanalados en sus creaciones la artista reafirma y subraya una búsqueda emocional abstracta. Ya sean curvos o rectos, ondulan en el espíritu del espectador como vibraciones de un alma sensible. Parecen eternos, pues se propagan por el soporte hacia cualquier dirección. Son pequeños caminos que persisten y se arraigan no obstante el paso impetuoso de las brochas. Por otro lado, hay desorden en sus abstracciones porque libera tal cual sus sensaciones interiores. Éstas se plasman de maneras cargadas de color que invariablemente nos hacen detener la mirada en su intrigante personalidad amorfa.

La suavidad sustancial del óleo y del acrílico, ese característico resbalamiento matérico, y la facilidad para combinarse también deleitan a la creadora, puesto que juega con el trazo fresco, untado y puro. Sin duda, se divierte tanto al pintarrajear, manchar, embarrar y saturar como al estilizar o simplificar pequeños y elementales grafismos, dibujos, rayones, tachones, líneas arrugadas y temblorosas, íconos tribales, insignias arcaicas, intensidades a flor de piel, así como condensaciones colorísticas, que se diluyen y desaparecen en el fondo. Es innegable que Miró, Mondrian, Kandinsky y muchos más artistas ligados a los arquetipos y al surrealismo abstracto la han influenciado notoriamente.

Adriana Cantoral