La naturaleza en sus colores más puros, expresivos y abundantes vuelve a la vida en las acuarelas y óleos de Laura Palma. Ya sean plantas de hermosos verdores, o bien animales y creaturas parecen estar inspirados en el más elegante bestiario. De tal suerte, el gusto por los detalles, los trazos antiguos, el flujo del agua o el aceite, la paleta bien estudiada, el ritmo de la pintura misma y la respiración del color hacen de sus obras auténticos rituales artísticos. Asimismo, la sensualidad femenina, con su cara oculta y su lado luminoso, se expresan libremente en tonos monocromáticos y acentuados. Sin duda, la luna se manifiesta como su correlato, ya que ambas lucen y engalanan bellos argentados, sutiles oxidados y deleitantes grises. Guardan entre sí una complicidad mística en cuanto a movimientos, tiempos y ciclos se refiere.

Del mismo modo, su pasión por la astronomía le permite conectar con la gestualidad y la imponente belleza de planetas, cuerpos celestes, astros, estrellas, galaxias y constelaciones. La artista los dibuja con suma sensibilidad, en diversas técnicas, y, en especial, con un profundo deseo de captar su esencia lumínica para interpretarla en la materia por medio de dorados, plateados o simples reflejos. Sus creaciones nos inducen en un universo mágico e interestelar y, a la vez, íntimo y cercano. Por lo tanto, existe una fuerte proximidad con los destellos, rayos, sombras y formas del cosmos a la hora de observar los fascinantes diseños de sus espejos, sus cajas negras de luces celestiales y sus composiciones pictóricas del firmamento. Es innegable que se siente una sola consciencia iluminada y armónica, viajando a la velocidad de la luz, en todas sus piezas.

Adriana Cantoral