Lucía Sáenz
Published by Adriana Cantoral,
Las pinturas de Lucía Sáenz son tejidos vivos que se mueven, transpiran y escurren por las telas. Por ello, sus lienzos son campos fértiles de infinitas combinaciones de colores. Llama la atención que muchas de sus obras las empieza con tonos fríos y las termina con cálidos o viceversa. De cualquier modo, en el cuadro conviven un sinfín de matices con vida propia. Por otro lado, a la artista le apasiona tanto el dominio de los deslices de la pintura, como el descontrol de la misma. Hace una suerte de equilibrio cromático que da como resultado numerosos efectos impredecibles y espontáneos. Asimismo, el uso de diversos materiales como resinas, solventes o aerosoles y de elementos como aire, calor y agua impactan directamente en el acabado peculiar de las piezas.
En cuanto a su estilo abstracto orgánico, éste se basa en goteados y chorreados que producen una viscosidad plástica colmada de dinamismo, brillo y luminosidad. De tal manera, la pintora se deja sorprender por fenómenos acontecidos encima de la superficie pictórica. Fusiones y superposiciones de tonalidades conforman sus creaciones. Ella no preconcibe lo que va a pintar, más bien se deja guiar por el contacto y la interacción entre los componentes, ya que disfruta de sus densidades y consistencias, así como de sus secados. Durante el proceso, a veces acerta en el resultado final del cuadro, otras no. Cabe destacar que lo mismo utiliza colores complementarios que neutrales.
Respecto de sus temas, lo oxidado y lo aherrumbrado desempeñan un papel fundamental en sus obras. La autora encuentra una fascinación estética en aquello que se haya desgastado, accidental o sustancialmente, deteriorado, por causas internas o externas y decolorado por el simple paso del tiempo. Por ende, en lo avejentado descubre melancolías pasadas y nostalgias pretéritas que integra a sus composiciones por medio de distintos fluidos espesos como óleos o acrílicos, que a su vez se compenetran con aceite, alcohol, trementina, gasolina, etcétera. Sin duda, sus telas están plagadas de juegos libres matéricos que, independientemente de la técnica con la que fueron hechos, nos remiten a las formas de la naturaleza.
Por lo tanto, la creadora es una fiel observadora del mundo natural…de la humedad que coexiste en las plantas, de la agitación de los insectos, de la bruma sobre la tierra, de los cuerpos de agua y de sus movimientos, de la configuración de los organismos, de las funciones vitales de las células, pero en especial del sentido de estar vivo. Por eso resalta lo consumado y cascado de la materia en contraposición con lo que permanece plenamente, porque la vida es una transformación continua de principios y finales. En resumen, su propuesta artística nos habla de su espíritu en constante renovación y renacimiento, al igual que los cambios que experimenta su alma al unirse con la pintura.
Adriana Cantoral




