Mafer Salinas

El arte de María Fernanda Salinas alude a complejas arquitecturas angulosas, pues se compone de armónicos vértices y estilizadas aristas, así como de distintos juegos de perspectivas, trazados y volúmenes. Sin duda, al ser dispuesto sobre los muros es posible apreciar tanto su abstraccionismo extendido, su elegante simplicidad, como sus formas geométricas arriesgadas, llevadas al límite, haciendo de lo triangular el eje principal de sus esculturas. De ese modo, las intersecciones de finas líneas isósceles y escalenas enmarcan los destellantes espejos que alumbran múltiples fragmentos de la realidad. Cabe destacar que las texturas de madera de nogal, hoja de oro o plata, al igual que una selecta paleta de colores le dan un magnífico toque personal a sus piezas.

Por lo tanto, sus obras al suspenderse por las paredes van abriendo los espacios interiores hacia la luz y la amplitud, a la vez que presentando novedosas maneras de ser y estar frente a sus mágicos reflejos. Como si de maravillosos caleidoscopios se tratara o de fascinantes ventanas al universo que muestran haces luminosos. Asimismo, la depuración formal constante en sus lineados le permite incorporar tanto figuras circulares como orgánicas tal cual majestuosos astros y signos comprensibles para el alma. Ciertamente, la artista juega con la configuración arquitectónica que consiste en la proyección geométrica, el trazo agudo y todo aquello diseñado bajo parámetros estéticos.

Por ello, su arte nos remite a los antiguos obeliscos, a la belleza intrínseca en la superposición de las rectas, a los prismas multicolores, a la magia de los cuarzos radiantes de energía, a los numerosos cortes de un cristal, a los diamantes y piedras preciosas de tonalidades deslumbrantes, a las pirámides vetustas que se abren de par en par, a las infinitas abstracciones de la divinidad, a los incontables fractales, a los portales hacia otras dimensiones, a las alas abstractas que se despliegan en otros planos, a la quietud del agua, a la trayectoria del viento, a la lluvia congelada, a las siluetas de los imponentes rascacielos, a las agujas quebradas del tiempo, a los ciclos de la vida, a los vínculos de la existencia humana, a los lazos familiares y a las conexiones ancestrales.

Es innegable, entonces, que el movimiento lineal dentro de sus creaciones abstractas representa ciertas referencias de la naturaleza, pero más bien el vasto trasiego del espíritu, a través de ritmos visuales desafiantes, que se interrumpen y que resultan sumamente bellos y musicales. Tal como espléndidos espejismos que se van transformando con el paso del tiempo en diversos tonos, o puertas que nos conectan con la profundidad del cosmos.

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Adriana Cantoral