Marcos Sánchez Avendaño
Published by Adriana Cantoral,
De mimbre colorido, de manos que hablan en tonalidades especiales, de sensualidad a flor de piel y de complejas escenas fantásticas está conformada la obra de Marcos Sánchez. Sus piezas nos detallan el rostro más afable de la vida, es decir, esa amabilidad de la existencia que se consigue mediante el gozo y el placer. De ese modo, el autor pretende contagiarnos de felicidad y alegría, ya que sus cuadros irradian bonitos recuerdos y memorias. Cabe destacar que sus principales inspiraciones son los lugares que ha visitado, su pasión por la música y los instrumentos, así como sus sueños de criaturas mágicas. Sin duda, hay en sus lienzos anhelos manifestados, deseos expresados, simbologías variadas, paisajes inventados, signos y mezclas de elementos naturales, vegetales y humanos, al igual que personajes y animales ficticios. Todos ellos conviviendo dentro del mismo imaginario.
De tal manera, por medio de astros, cuerpos celestes, frutos del cielo, del mar y de la tierra, mitos y leyendas prehispánicos, tradiciones mixtecas de su natal Xococotlan, folklor de etnias hermanas y la representación de los climas y ecosistemas de su región, Marcos Sánchez nos interna en la libertad del tratamiento del color y la forma. Nos induce en escenarios de colores puros y complementarios hábilmente combinados. Llaman la atención sus fondos que parecen labrar una superficie, o más bien, tejer una urdimbre de gamas armónicas. Asimismo, imperan en sus telas los tonos armónicos, vibrantes, dinámicos y superpuestos, pues al pintor le interesan resaltar sus cualidades sinestésicas. Es pues, innegable que sus composiciones tienen tanto de disposición visual como musical. Ambas persiguen una necesidad estética por recrear lo más puramente bello.
Los universos iluminados de peces, luceros y cactáceas. Las guitarras cantando con pétalos y olas. Los mamíferos bailando al ritmo de las percusiones. Las aves, plantas y grafías tipo códice con frutas geométricas. Las libélulas agitadas por la sonoridad del viento. Los árboles de la noche y del día. Los rasgos marinos y femeninos. El sol, la luna y las estrellas. El cromatismo exquisito. Los seres irreales en atmósferas casi surreales. Los rayos de luz que brillan en distintas direcciones. Las flores del océano. Las geografías incomprensibles y los órdenes desafiantes. Los caracoles y mariposas que vuelan por habitaciones inciertas. Los pisos y techos que colindan con constelaciones y galaxias. Los cantos del agua. Los papalotes de ilusiones. Las realidades adentro de otras realidades. Los relojes sin tiempo. Las luces cegadoras. Las selvas y desiertos oníricos. Y por último, el ideario de un talentoso artista oaxaqueño con carácter de artesano y alma de músico. No hay más, esa algarabía descrita anteriormente solo puede surgir de su prodigiosa imaginación.
Adriana Cantoral






