Margarita Pérez Marrón
Published by Adriana Cantoral,
Las espirales coloridas de Magy Pérez Marrón nos recuerdan a las historias que guardan los anillos de los troncos de los árboles, a esas huellas y marcas concéntricas que habitan silenciosamente en su interior. Tal cual cortes transversales de madera, la artista recrea memorias ocultas a través de texturas y relieves que describen circunferencias. De alguna manera replica una cierta dendrología en la tela en el momento de plasmar movimientos circulares y flujos de tonalidades que no cesan de rodear el centro. Ese característico dinamismo se vuelve eterno, hipnotizante y espiritual. De hecho, suele pintar sus obras en bastidores redondos colocados en un torno que gira tanto de ida como de vuelta. Es la rotación misma de la pintura lo que apreciamos en sus lienzos. La fuerza centrífuga de lo meramente pictórico.
Los colores ágiles e incesantes que utiliza se asemejan a ondas de agua que viran incansablemente sobre sí mismas. Flores son sus piezas, con los pétalos indiferenciados, mezclados y combinados los unos con los otros. Relojes en los que las arenas van barriendo el tiempo. Remolinos de viento que arrastran diversos tonos. Visiones remotas, cercanas, atemporales. Recorridos por las complejidades de la consciencia. Manifestaciones cromáticas del alma. Procesos de sanación. Sedimentos empujados y movidos por lo hondo del afluente. Series de Fibonacci abiertas, en libertad. Interiores de pequeños caracoles. Gigantescas galaxias lejanas. Microscópicas secuencias helicoidales de ADN. Torbellinos de aires que se iluminan con el espíritu. Vórtices que brotan del subconsciente. Vinilos de músicas perpetuas. Sistemas solares a la velocidad de la luz. Ciclos amorosos inacabables. Pupilas multicolores que se dilatan. Ojos divinos de profundidades interminables. Meditaciones vibrantes. Arcoíris surrealistas. En definitiva, el origen mismo de la vida.
Todas sus obras nos remiten al núcleo, a esas intuiciones profusas y concentradas que se separan de la razón y se expanden de forma infinita. Nos hablan también del universo que yace en nuestro interior, abundante en sabiduría y sensibilidad. Como si de mandalas se tratara. Sin duda, el lenguaje expresionista abstracto con que pinta sus creaciones, las imperfecciones, las improntas gestuales, la paleta, los accidentes y las perspectivas hacen de su arte un camino que avanza, se encuentra y mueve entre belleza, introspección, soltura, armonía, renacimiento, gozo, bienestar y plenitud para circundar nuestra existencia terrenal hacia lo divino.
Adriana Cantoral




