María de Lourdes Ramírez Rodríguez
Published by Adriana Cantoral,
La obra de Lourdes Ramírez nos habla más allá del clásico lenguaje abstracto conformado por los trazos, los rastros de las brochas, las líneas, los segmentos, las sombras, las luces, los efectos visuales, las figuras, los elementos y los colores, pues sus telas versan sobre la fuerza creativa, la espiritualidad del arte y la entrega total para con la pintura. Sus ensayos previos a lápiz le permiten vislumbrar la solemnidad de sus rojos, ocres, azules, negros y blancos. Y qué decir de su audaz manejo de mezclas, combinaciones, contrastes y difuminados, así como de esas determinantes veladuras sobrepuestas en texturas, espesores y volúmenes.
Su primera mancha nace con relieve, respirando siluetas amorfas y contornos indefinidos, nutriéndose de su talentoso pincel. De ese modo, la artista representa fibras sensibles de su existencia, gestos íntimos no siempre vistos o evidentes y nos muestra el esplendor de su vulnerabilidad. Sus pinceladas resuenan hondo, como lo profundo de su alma. Por ende, sus piezas nos llevan a conocer de cerca su verdad más pura, ahí su espíritu se manifiesta, pulso a pulso, con una estética deleitante y desgarradora de carmesís y tierras, al igual que de tonalidades etéreas blanquecinas y amarillas o de perpetuos grises.
Asimismo, sus sistemas abstractos nos conducen por complejos campos de oscuridad y claridad totales. En los primeros, impera lo matérico, lo sucedido, lo convulso y lo incierto, mientras que en los segundos permea un extraño dinamismo ágil y desordenado a la vez. A veces se detiene en las composiciones internas y en las facturas de las tonalidades claras, en sus mutuas interacciones y, en otras ocasiones trabaja la superficie con múltiples reacciones en paletas neutras. De cualquier manera, un sello distintivo de sus lienzos son las marcas de las espátulas y demás herramientas. Se tratan de estelas provenientes desde lo más recóndito de la materia hasta lo más superfluo de la pintura.
Las técnicas que más domina son el acrílico, las tintas, el suminagashi, el asfalto, el collage, entre otras, ya que éstas le facilitan el acceso a las entrañas de la obra, al descubrimiento de sus tiempos, temperaturas, ritmos y procesos. Sin duda, Lourdes Ramírez se interna en la sustancia pictórica desarrollándose, por supuesto, con un virtuosismo, pero también con el conocimiento, el estudio, la experimentación constante, la paciencia en el resultado final y, lo más importante, el buen gusto en la gama cromática. Por lo tanto, su propuesta artística consiste en aconteceres, trances, lances, desenlaces, transcursos y demás eventos que perviven y se manifiestan entre las numerosas capas materia; unas atenuadas y livianas; las otras rasgadas, abiertas y expuestas.
Adriana Cantoral




