Marisol Barroso
Published by Adriana Cantoral,
Los toros de Marisol Barroso nos embisten la mirada de rojos, azules, negros y terrosos. Algunos de ellos, con un estilo desdibujado, difuminado y con cuerpos robustos de pinceladas, terminan por apaciguarse al cabo de los trazos expresionistas. Otros parecen inspirados en las figuraciones rupestres de Lascaux, Altamira y tantas cuevas prehistóricas más. En ese sentido, los bóvidos de sus lienzos manifiestan su carácter, fortaleza y bravura a través de tonalidades orgánicas como el marrón, castaño, bronceado o dorado. Sin duda, el orgullo animal de portar dos medias lunas en la cabeza, de pertenecer a una manada salvaje, de tener un pelaje pintado por la noche y por la tierra, de poseer temple en el toril y grandiosa valentía en el ruedo, de bailar con el torero hasta la muerte, de mugir desde la gravedad de sus entrañas y de volar tanto en el toreo como en el campo, se plasma en sus telas. Asimismo, el traje de luces, la personalidad masculina, la faena lejana, el bullicio de la plaza y demás parafernalia taurina. Por supuesto que los caballos también aparecen en sus obras, tal cual seres grabados, impresos o sellados al soporte, que representan personajes espirituales, de compañía y dignos de la más astuta charrería. Suelen estar trazados en medio de blancuras agitadas y accidentadas o bien entre tonos oscuros. Destaca la elegancia de sus posturas, su porte característico, sus movimientos y su colorido sobrio.
Por otro lado, sus abstracciones se nos presentan cargadas de materia coloreada, es decir, llenas de relieves y texturas espontáneos que al pintarse dan como resultado un especial y expresivo dinamismo de brochas impresionistas o puntillistas. Llama la atención que sus piezas huyen de un geometrismo para pesar en formas y composiciones densas. Tienden a un lirismo fuerte, a una impronta orgánica, a aquello inexplicable que se esparce con aplomo y avanza contundentemente por el cuadro llevando tras de sí luz, sombra, multitud de color, volumen, gestualidad y emotividad. Si bien, algunas de sus paletas aluden al paisaje natural o urbano, mientras que otras describen solamente mezclas y combinaciones de pintura. Su abstracción es dura, como la confrontación del día y la noche, como la interrupción de lo perfecto y lo imperfecto, como la oposición de lo vertical y lo horizontal, como la transición precipitada de un tono a otro y como la sensación rasposa de sus colores. Es innegable, por lo tanto, que la artista lo mismo experimenta y profundiza en la línea figurativa que en la abstracta. Su arte no se define con un estilo específico ni se atiene a ninguna corriente artística, simplemente fluye en el dibujo, la espátula inquieta y varios elementos plásticos como resina, arcillas, arenas y gesso.
Adriana Cantoral






