Miguel Cuauhtémoc. Entre la pintura y el pensamiento.
Published by Adriana Cantoral,
Según José Aja en su tesis doctoral “La corporalidad de
la pintura" existe un cuerpo de la
pintura en donde se unifica, por un lado, nuestra parte corporal, y por el
otro, lo que la pintura representa en tanto imagen del cuerpo. Al parecer, el
autor se inclina por el problema de la representación en el Arte y por la
corporalidad que subyace en las obras después de la intervención del cuerpo. De
manera paralela, podemos apreciar rastros de corporalidad (a través de las
pinceladas) en las creaciones de Miguel Cuauhtémoc. El artista mantiene de
forma latente tanto el aspecto visual como el plástico de sus cuadros. Al contemplarlos
sentimos ese carácter corpóreo, más allá de la composición y de los colores.
El trabajo de Miguel Cuauhtémoc es una constante
reflexión que se manifiesta a través de alusiones a culturas ancestrales y
mesoamericanas, entre otras. Asimismo, sus imágenes parecen signos primigenios
tanto en un sentido subjetivo como en uno objetivo. Sus telas poseen un
vocabulario visual propio y una expresión del cuerpo que se aprecia en garabatos,
marcas, trazos indescifrables y líneas que recorren trayectorias indescriptibles. A
pesar de ello, sus personajes son inconfundibles, puesto que surgen desde el
más profundo inconsciente del pintor. Estos emanan gestualidad, accidentes de
la piel y del alma, pulsiones vitales y un sinfín de emociones.
El creador comulga con la idea de la transfiguración de
la pintura, postulada en la primera mitad del siglo XX, cuya tesis consiste en abstraerla
y a la vez corporeizarla por medio de la exaltación de su superficie. Esto
quiere decir, la utilización de efectos ópticos como la desfiguración, la
incorporación de herramientas y materiales inusuales y en especial, el uso de la
fuerza física, emocional e intelectual sobre el soporte. Como si de una lucha
contra la pintura se tratase, podemos afirmar entonces que Miguel Cuauhtémoc
pelea cuerpo a cuerpo sobre el lienzo, y como consecuencia de ello observamos los
movimientos vertiginosos de sus pinceles, los ritmos de sus contornos y las
velocidades de sus siluetas.
El énfasis que hace en los ojos y en formas geométricas
del cuerpo se debe a que antes de pintar, dibuja exhaustivamente y ejercita sus
abstracciones para consumarlas en cada pieza. Ciertamente, hay un discurso común
en toda su producción artística. Su abstraccionismo se caracteriza por
restringir ciertos colores en su paleta, enfocarse en el dibujo puro que se
acentúa una y otra vez hasta devenir en un elemento autónomo del cuadro, la
búsqueda del gusto estético y por último, el impacto de diversos rasgos
faciales un tanto implícitos, pero fuertes. Los rostros de Miguel Cuauhtémoc tienen
algo de autorretratos, pero más bien de la
sensibilidad corpórea de México; olores, sabores, texturas, coloridos, sonidos
y tradiciones.
Adriana Cantoral




