Mónica Morales

En la obra de Mónica Morales el espacio es color, tal como en la escuela mexicana de arquitectura moderna, una de sus grandes inspiraciones. Asimismo, ese carácter arquitectónico de varias de sus composiciones tiene influencia de las formas de Gehry. Sin duda, en cuanto a abstracción se refiere, los manchones de la artista nos recuerdan algunas escenas de Lundeberg, puesto que son tan mínimos, tan lisos, tan geométricos, tan espontáneos, tan extendidos y a la vez tan profundos. Parecen estar hechos con una sola pasada de la brocha, sin dubitaciones, distracciones, exageraciones o pretensiones, simplemente son naturales. Cada uno es un campo colorido, como el arte de Frankenthaler, con una estética propia, que irradia tanto calidez como frialdad. A veces se sobreponen los unos con los otros, en una cierta danza, y nos hacen pensar en paletas de maquillaje sofisticado, tendencias de la moda, tonalidades fashion, bocetos de alta costura, superposiciones de exóticos textiles y finos parchados con retazos de telas. Cabe mencionar que con pocos tonos expresa mucho, entre ellos destacan los contrastes de atrevidos rojos, arriesgados magentas, vibrantes turquesas, densos azules, explosivos amarillos, caóticos verdes, tranquilos grises, atenuados rosas, intensos salmones, eléctricos blancos, dominantes negros, solemnes beiges y serios carmínes.
Sin embargo, no todo es abstracción en sus lienzos, ya que en ocasiones brotan de sus manos rayones, tachones, trazos vertiginosos y gestuales, por otro lado, figuras orgánicas, tales como plantas, animales o frutas, así como sensuales personajes femeninos. En algunos de sus dibujos evoca estilos del Art Nouveau, en los que la Naturaleza es la protagonista y directriz de la obra, pues todo lo abarca. En otros, líneas de expresionismo abstracto, idearios de la cultura pop, emblemas de diseño gráfico, atractivos estampados de ropa, carteles publicitarios, borradores de caricaturas, ilustraciones para adultos, collages, inclusive objetos al puro naif. De tal modo, de ese imaginario, aunado a combinaciones inusuales, se nutre la pintora para despertar en nuestro inconsciente asociaciones, recuerdos y memorias. Ella no busca formas perfectas, solo la belleza en los brochazos, en sus planos cromáticos que se ensamblan dinámicamente, al igual que en esa sencillez y arrojamiento para con su pintura… tan bronceada de México y coloreada de Europa, tan diáfana y traslúcida, tan opaca y apagada, pero tan vivaz, clara, encendida y brillante. En una palabra, sorprendente, por su arte de dominar las relaciones e interacciones entre los distintos colores.
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Adriana Cantoral