Rebeca Martínez

Los personajes de Rebeca Martínez se nos presentan, aparentemente, planos o huecos, sin embargo, el hecho de que carezcan de un rostro definido no les resta personalidad, puesto que están ataviados y rodeados por cuantiosas combinaciones de colores. Y es justo eso lo que más disfruta la pintora; la mezcla libre de tonalidades. En sus fondos blancos lo podemos constatar, ya que poco a poco se van llenando de azules, tierras y ocres que, a su vez, diseñan los rasgos distintivos de los seres que emergen del lienzo. Sus caras, conformadas por diferentes pinceladas, nos hacen reflexionar en los estados de ánimo y emociones que las habitan, asimismo en sus gestos y expresiones característicos.
La artista no solo prescinde de describir la fisonomía en sus obras, sino también de detallar los cuerpos, debido a que en varias ocasiones únicamente los delinea, cuales bocetos o dibujos, en medio de una atmósfera dinámica. Su sola presencia es muy clara dentro de la composición y, por ello su figura contrasta con el movimiento de los brochazos tanto internos como externos. Por otro lado, colma de color el trazado de siluetas y contornos antropomorfos jugando así, con los conceptos de cuerpo y alma. Sin duda, sus cuadros nos hablan de esa dialéctica que prevalece entre la materia y la forma; a veces destaca lo corpóreo, mientras que en otras, lo espiritual.
Esos personajes se nos presentan fríos o, más bien, ajenos, pues poseen un dejo de vacío existencial al carecer tanto de mirada, elementos faciales como de atributos específicos. No obstante, Rebeca nos los muestra con su humanidad abstraída, simplificada, resumida y sintetizada para que nosotros, los espectadores, busquemos inspeccionarlos, estudiarlos y comprenderlos sin ningún prejuicio ni miramiento por su manera de ser y proceder, o por su condición y aspecto físicos. En ese sentido, la autora los dispone al observador para que éste capte exclusivamente lo esencial de su persona dejando de lado cualquier factor excluyente o calificativo. Por ende, metafóricamente hablando, en sus creaciones los desnuda en cuerpo y alma.
Por último, llama la atención que en sus abstracciones resalta la distancia de sus protagonistas respecto de quien los mire. Paradójicamente, se sitúan tan lejos, en un ámbito pictórico y estético, y tan cerca, en un contexto de apreciación sensible. Muchos de ellos están plasmados de espaldas, evadiendo así a los ojos de su creadora y de cualesquiera que los vea. Es evidente que se encuentran absortos en su mundo de silencio y abstraccionismo, aguardando con paciencia a que Rebeca les otorgue una voz de colores, líneas, luces y sombras, y de esa forma materializarse en la tela, pero solo relativamente, porque su alma los vuelve etéreos, volátiles y efímeros.
Adriana Cantoral