Rodrigo Calderón
Published by Adriana Cantoral,
Las esculturas de Rodrigo Calderón nos recuerdan a los postulados bretonianos que afirmaban que el surrealismo era un automatismo psíquico por el que se manifestaban, de otra forma, la realidad de los pensamientos y que éstos eran dictados en la mente sin intervención alguna de la razón, filtros estéticos o morales. El escritor sostenía, a la vez, que dicha corriente artística construía una nueva concepción del mundo de la posguerra. Por lo tanto, nuestro artista se deja guiar por esa creatividad automática realizando personajes con rostros romboidales y angulosos que solo nos muestran su nariz y boca… lo demás lo guardan en la abstracción. Son creaturas que emergen de cuadros, pantallas o muros, cuyas enigmáticas y perturbadoras presencias nos atrapan. Algunos poseen brazos, manos, piernas y pies. Otros más ojos en diferentes partes de su fantástico ser. En ocasiones son deformes y terroríficos. A veces simpáticos y tiernos. Inevitablemente nos remontan a las obras de Carrington, Varo, Friedeberg y demás surrealistas mexicanos. Sin duda, los sueños, el juego mental y la libre imaginación del autor le permiten crear entes de bronce que horrorizan, angustian, intrigan y obsesionan al espectador. Lo más interesante es que su albedrío ilimitado impacta, en el inconsciente de quien los observa con detenimiento, a nuevas miradas y visiones de lo real.
Asimismo, el carácter líquido, expresionista y abstracto de su pintura alude a imágenes poéticas y primarias que brotan de su inventiva. Surgen tal cual de su espíritu como materias primas plasmadas en la tela. De tal modo, vemos desde escurrimientos y goteos frenéticos, brochazos orgánicos, trazos gestuales, combinaciones estridentes, composiciones surreales, experimentación con distintos materiales hasta texturas y relieves diversos en cada una de sus piezas. Sus rojos, azules y demás mezclas arriesgadas permean por siempre en el ojo virgen que los mira. Es evidente la relevancia que tiene el color en su arte, ya que se convierte en un medio, de alguna manera vivo, para hacer catarsis y liberar todas las emociones que lleva por dentro. Inclusive, en sus agitadas pinceladas es posible seguir la vorágine sentimental colorida. En su alma surrealista no existe la mesura, es imposible; abstracciones tras abstracciones Rodrigo exagera, desespera, gesticula y entrega enteramente su persona a las siluetas rosas, blancas, celestes, amarillas, verdes y demás tonos inciertos. Lo matérico pesa en sus lienzos como una carga anímica expulsada del cuerpo. Aún en sus cuadros más armónicos se percibe el vértigo circular de la abundancia cromática, al igual que el sello de la vida proveniente de sus pasiones por la biología. Por eso y más es expresionista también. Intensamente freudiano.
Adriana Cantoral



