Rodrigo Vargas
Published by Adriana Cantoral,
Las esculturas de Rodrigo Vargas aluden a la
transformación tanto interna como externa del ser. Están hechas para rotarse
una y otra vez. En sus pliegues se esconden la vida y la muerte. Las siluetas
que él moldea son humanas, constreñidas hacia adentro en espera de nacer o
perecer. El escultor describe un proceso de metamorfosis personal que posee una
misteriosa belleza por el devenir. Sus obras son centros densos, pero móviles.
Voluminosos, pero dinámicos. Pesados, pero equilibrados. Son una especie de
contenciones con movimientos en todas direcciones que se distinguen por la
línea y el punto. Éstos nos hablan de la fusión entre la forma antropológica y
la abstracta. Asimismo, del tiempo cíclico y del tiempo lineal.
En el antropomorfismo escultórico de Rodrigo Vargas aparentemente
desaparecen los rasgos humanos, sin embargo, no es que se nieguen, sino que se
destaca su inmanencia, su pertenecerse a sí. Sus piezas generan una estética mutable
en donde la composición se basa en el balanceo de la materia y de la forma. En
sus creaciones concibe al cuerpo humano como una narración. Cabe destacar que
sustituye la figuración pura por la masificación. En este caso, la masa puede
interpretarse como peso escultórico y también como estatuto ontológico de la
búsqueda de una identidad específica. Estamos ante personas, esculpidas,
cerradas en su ser aguardando cambios sustanciales. Los múltiples relieves dan
cuenta de ello.
El autor crea una sola entidad escultórica, a manera de
objeto, que condensa la espiritualidad de lo corpóreo. En los contornos de sus
obras persigue una impronta orgánica, asimétrica e inconmensurable. Hay una
historia dentro de cada escultura que se simboliza en una espiral incompleta y
vertiginosa…insaciable. El bronce y, en especial la resina, le otorgan un valor
cromático a sus producciones. Lo matérico se torna curvilíneo en las manos del
artista, así como el cuerpo humano se convierte en individuo ensimismado. El
escultor modifica lo informe del barro en un núcleo latente y vivo. Se trata de
la analogía de un corazón que palpita haciendo surcos a su alrededor.
La posibilidad expresiva y los efectos plásticos que
logra Rodrigo se traducen en la comprensión natural de la anatomía
reinterpretada en ritmos circulares. Entre sus influencias destacan Jan Arp y
Tony Cragg. Al respecto, Oteiza en sus “Ejercicios espirituales en un túnel"
afirma que el arte es una dialéctica de preguntas y respuestas a cerca de la
realidad, tanto interior como exterior y por ello pretende el dominio de lo
universal y lo cósmico. No hay duda, la propuesta de Vargas se resume en un
abstraccionismo situado entre lo antropomorfo y lo orgánico, pero sobre todo en
la indagación no figurativa.
Adriana Cantoral


