Rosendo Pinacho. Secretos de mar.
Published by Adriana Cantoral,
Sobre la tela, la arena o, más bien, la mar Rosendo Pinacho crea arte. Sus obras describen complejos seres marinos a partir de la fluidez de las tintas, la espesura de óleos con encausto, así como la rigidez de la cerámica cocida en altas temperaturas. Aquellas entidades oceánicas perviven por entre los trazos desenfadados del artista, al igual que en la petrificación del barro trabajado por sus manos. Secretos de mar nos abre la posibilidad de volar por el piélago, por sus profundidades, sus luces, sus colores, sus tonalidades, sus humedades y sus texturas tanto internas como externas. Pero sobre todo, de conocer íntimamente a sus habitantes.
Esta fauna del mar no es más que la materialización de la vasta sensibilidad del autor. Su talento plástico no puede proceder de otro sitio más que de un espacio puramente zapoteco. Sobra mencionar su lugar de origen, Candelaria Loxicha, para hacerse una idea de la fuerza artística y creativa que yace en su árbol genealógico. De tal modo, las vivencias en las costas oaxaqueñas, los recuerdos de la playa y el contacto con el océano, desde su primera infancia, han quedado grabados en su memoria y, por lo tanto, impregnados a su capacidad inventiva. Por ello, una y otra vez, las piezas nos remiten a sus secretos de mar.
Sus cayucos, siempre presentes, aluden a que la superficie marina es una suerte de inconmensurable lienzo, nunca terminado, y él desde su barca lo mira con detenimiento. Esa pequeña canoa, en medio de la quietud y el descanso de las aguas pacíficas, le permite observar toda clase de moluscos, crustáceos, peces, reptiles, aves, mamíferos, plantas acuáticas e inclusive restos fosilizados. No hay duda que representa un estado contemplativo y reflexivo, a la vez que de conexión con lo profuso del océano. Cabe destacar que dicho sentimiento acerca de lo hondo, permea en cada una de sus composiciones con un brillo y un aroma marinos muy peculiares.
Secretos de mar nos invita a navegar por corrientes con ritmos lentos, alternos y pausados, a sumergirnos en creaciones que revelan a personajes que subyacen a la marea y el sol, a remar hasta la verdadera y auténtica esencia marina, a descubrir significados y emociones, a bordo de un bote, que nos parecen ocultos, a embarcarnos en historias y relatos, asimismo, a recorrer itinerarios donde el tiempo se deforma de manera impredecible, por ejemplo, en atardeceres y amaneceres. En definitiva, ya sean raku o técnicas mixtas, o cualesquiera, dan cuenta de la cosmovisión oceánica del pintor invariablemente acompañada del ramaje del árbol de la vida.
Adriana Cantoral




