Rubí Villa
Published by Adriana Cantoral,
Con la desenvoltura natural de una bailarina, Rubí Villa dibuja sensuales autorretratos en los que plasma el deleite de mover y sentir rítmicamente el cuerpo de un lado a otro. En ese sentido, su obra es una invitación abierta al gozo de la corporalidad; a disfrutar de sus formas únicas, sus posturas expresivas y sus gestualidades meramente humanas. Inclusive, ella misma se muestra voluptuosa a la hora de modelar en diversas posiciones para conectar con su ser corpóreo. Sin duda, esa sensualidad latente en sus trazos y pinceladas queda manifiesta en hermosas sirenas que tienen una profunda sensibilidad en toda su piel y la irradian en forma de belleza femenina universal, asimismo, en bellas mujeres con cráneos de animales en lugar de cabeza o bien, en atractivas brujas intergalácticas.
Cabe destacar que la desnudez que detalla en sus piezas también es masculina y, al igual que su contraparte, es tanto cósmica como orgásmica, mítica y mágica, a todas luces. Personajes ancestrales como la misteriosa Lilith, interesantes seres hermafroditas, divinidades milenarias y algunas seductoras ninfas dan cuenta de ello. Llama la atención cómo los representa con atributos zoomorfos, rasgos de picardía, miradas cautivadoras y personalidades salvajes. Por ende, esa maravillosa carga erótica en sus pinturas nos adentra en un espacio de libertad y creación sexual en su máxima expresión. Literalmente, de pies a cabeza, la artista va explorando, con distintas técnicas, el placer de retratar cada parte de la anatomía humana. Sobra decir que su estilo, bastante expresionista, es innegablemente figurativo con temas surrealistas. Y, por supuesto, que la emotividad es fundamental en su propuesta artística.
Por otro lado, sus fascinantes abstracciones líricas nos atrapan y sumergen en el mar; en sus tonalidades, en sus flujos, en sus texturas, en su humedad, así como en sus movimientos ondulantes y sinuosidades incesantes. De esa manera, Rubí pinta la majestuosa e imponente danza de la naturaleza oceánica; con su música eterna, su canto suave y estruendoso, a la vez que con su rítmico oleaje en azul y blanco. Sin embargo, la esencia del agua marina que imprime en sus telas es la misma que recorre, a placer, sus lienzos de cuerpos desnudos y erotizados. Por lo tanto, su Arte narra diferentes visiones de un solo erotismo; que sube y baja, que es espontáneo y libre, que abre y penetra, y que aspira y transpira tanto en lo hondo del océano como en los poros abiertos de la carne.
Adriana Cantoral






