Sofía Barroso
Published by Adriana Cantoral,
La dialéctica entre la pintura y la fotografía de Sofía Barroso es ineludible. Ambas se necesitan, se corresponden y se unifican, ya que comparten rasgos minimalistas, composiciones, tonalidades y valores semejantes. En ese sentido, la artista pinta con objetivos fotográficos y retrata con enfoques pictóricos. En general, sus cuadros se distinguen por la búsqueda de lo sencillo. En algunos podemos apreciar abstracciones trabajadas en blancos, marrones, ocres dorados, grises payne y sombras naturales. Los ultramarinos, cobaltos y celestes suele trabajarlos con ímpetu, creando indicios de geometrías en el fondo. Éstas son limpias, conservan ritmos cuadrados, con efectos de frotado, esfumado, difuminado y, mediante la espátula y arenas, produce volúmenes que suben y bajan, así como relieves que se elevan a través del lienzo. Sus múltiples luces se atrapan con trazos verticales y horizontales hasta que consiguen liberarse en la superficie de la tela. Lo mismo con las marcas de sus brochas y pinceles que desde lo profundo irradian carmesíes y anaranjados.
En cuanto a sus piezas figurativas destacan escenas de la mar como tranquilas barcas desgastadas, dinámicos veleros en medio del agua o pequeñas embarcaciones flotando. Asimismo, la figura del elefante, con su resistencia a la adversidad, su paciencia, su capacidad para abrir caminos y derribar obstáculos, su simbolismo de poder, dignidad, inteligencia y paz, al mismo tiempo que sus rugosidades y pliegues, su gama de grises y sus contornos, representa un motivo estético tanto en su pintura como en su fotografía. En la primera se manifiesta en simpáticas procesiones, inmerso en la multitud o en solitario. Su característica ternura a veces está plasmada de manera impresionista y en ocasiones realista. Sin duda, este personaje se ensambla con la segunda apareciendo en sus capturas de vida salvaje, en soleadas sabanas africanas, con su claroscuro mezclado a flor de piel. Sus formas cautivan el lente de la autora, al igual que sus posturas, movimientos y la combinación de su cuerpo con el paisaje.
Otros seres que capta su cámara son cebras con su peculiar estampado contrastado, estilizados cuellos de jirafas y flamencos y galopantes caballos en ambientes nubosos con la crin y la cola en rebeldía, a la vez que el dinamismo propio de los elementos ecuestres. Cabe mencionar que su manejo del blanco y negro es majestuoso, pues logra inmortalizar atmósferas coloridas en tan solo dos tonos. Siguiendo esa línea, la creadora fotografía bellísimos detalles de las plantas y las flores, imponentes montañas, ríos y océanos a la distancia, cálidos desiertos atravesados por camellos, aves en el cielo, mareas silenciosas, paredes, fachadas, avenidas, puentes y demás minimalismos urbanos. Sin embargo, de repente surge el color en sus playas caribeñas, en sus puertas, en sus coches y en sus instrumentos musicales. Por lo tanto, su arte es el encuentro perfecto entre el orden de las luces y las sombras, las imágenes pintadas o retratadas, las paletas no saturadas, los valores monocromáticos y sus respectivas armonías.
Adriana Cantoral




