Sonia Amelia Saldaña

Las monumentales flores de Sonia Amelia abren sus alas de sensuales colores, encienden la noche de fascinantes contrastes, son testigos de situaciones inesperadas e iluminan los sueños lúcidos de tonos rosas, violetas, ocres y blancos. Su sola presencia nos interna en poderosos portales de la imaginación en los que se presentan distintos personajes arquetípicos en realidades ficticias. Si bien, en esos elegantes escenarios destaca la armonía entre los protagonistas, no obstante, las miradas florales persistentes que los rodean. Pareciera, entonces, que ambos forman parte de un universo onírico en el que conviven, aparecen, desaparecen, interactúan y se mueven por infinitos pétalos de cálida luz.

Por lo tanto, entre miembros de la corte victoriana, referentes mitológicos, elementos urbanos, juguetes y símbolos la artista combina lo bello de su ser con la sensibilidad de las flores. Sin duda, se trata de imágenes surrealistas en las que el componente estético principal es la irrupción de una realidad con otra, la confrontación en su máxima expresión. Cabe mencionar, justamente, la fuerza expresiva de todas las composiciones, que brinda a las obras un carácter único, un dramatismo sublimado, una inmortalidad palpable, a la vez que un cromatismo profundo. En consecuencia, en esa eternidad de intensas emociones, de tonalidades enérgicas, de espíritus de la naturaleza, de pasiones exaltadas, de alegorías de reyes y reinas, de memorias antiguas, de rostros incompletos, de personas y de objetos coinciden las mismas luchas de poder y caprichos del ego.

En suma, la violencia disimulada, la agresión pasiva, la fragilidad de la vida, la opulencia descarada, el lujo extravagante, el derroche ambicioso, lo efímero de la belleza, la frivolidad, lo superficial, el delirio de grandeza, la desconexión con la realidad, el infantilismo incómodo, lo metafórico de la existencia, el erotismo ostentoso, inclusive la sexualidad escandalosa se conjugan en los lienzos de la pintora, quien nos presenta la fabulosa muestra "The unexpected" en la que de forma muy atractiva pone de manifiesto la relación entre lo esencial y lo accidental, es decir, lo esperado y lo insospechado, ya que precisamente en lo impensado se encuentra lo más hermoso del arte. En aquello que no tiene sentido ni lógica de primera impresión, que se ve caótico, reside la creatividad más pura y auténtica. Asimismo, detalla en sus piezas la facilidad con la que lo banal e irrelevante puede distraernos de lo verdaderamente importante y valioso.
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Adriana Cantoral