Sylvia Torres

En las obras de Sylvia Torres apreciamos el carácter andante de la gran ciudad, detenido en el tiempo fragmentado de sus lienzos, en donde el paso humano va marcando el ritmo del transcurso citadino. De tal suerte, en sus escenas observamos personajes que se dirigen hacia un destino, en desdibujada multitud, van, vienen y se pierden caminando, con una inercia desconocida, entre las calles, los rascacielos y la caótica trayectoria de cables y postes. Sin duda, la artista es sensible a los rostros y cuerpos de la masa en movimiento, a sus esencias anónimas, a sus sentimientos y a sus historias personales, pues los retrata vertiginosamente con trazos particulares, profundos y penetrantes. Se detiene entre la muchedumbre, como una paseante más, para admirar sus maravillosas gestualidades individuales y sus fuertes emotividades colectivas.

Por otro lado, cuando pinta a la naturaleza juega con las líneas, tonalidades y las abstracciones, estableciendo así un diálogo abierto entre la espontaneidad de lo natural y lo estructurado de la realidad humana. Le interesa plasmar esa libertad de formas, relieves y texturas, ya que le resultan de sobra estéticos. Asimismo, en sus objetos cotidianos y espacios de creación, llenos de vida y color, tales como su estudio, sus instrumentos de pintura, flores o bodegones de plantas expresa lo exaltado de la existencia, a la vez que la belleza latente en las cosas ordinarias. A veces utiliza efectos similares a los de las acuarelas y las veladuras, mientras que en ocasiones recurre a paletas cálidas y veraniegas.

En esas atmósferas soleadas, caben destacar sus juegos de perspectivas, proyecciones, luces y sombras, las cuales conforman un dinámico y agradable expresionismo que nos conecta con las sensaciones del día a día, las reflexiones sin ruido, la sencillez de las mañanas y las tardes al sol con un cielo impecablemente azul, la soledad iluminada de los ambientes íntimos, las situaciones que ocurren en los pequeños lugares, el carácter y el contraste de lo vivo y lo inerte, lo efímero del tiempo, los momentos memorables, los instantes de despertar y de sentir que nos marcan para siempre, lo bello del presente, lo fascinante dentro de lo normal, al igual que lo que permanece y lo que no. Es innegable, entonces, que la frescura de sus cuadros nos recuerda a autores del área de la bahía, así como a expresionistas tanto norteamericanos como alemanes.

Adriana Cantoral