Juan Carlos Garduño

Las esculturas de Juan Carlos Garduño están impregnadas de trazos de la cultura Mezcala, a su vez inspirados en composiciones, soluciones y gestualidades olmecas, pues las pequeñas rocas talladas en el periodo epiclásico guerrerense son descritas por Alfredo López Austin como obras con líneas breves y rectas, asimismo, Beatriz Ramírez de la Fuente las define como una voluntad de abstracción. De tal modo, nuestro autor retoma esas influencias estéticas mesoamericanas en su serie de monolitos "Sekil", sin embargo, introduce un trazado totalmente geométrico, más abstracto que el de las imponentes civilizaciones de Occidente y del Golfo de México. De alguna manera evoluciona esas bellas y refinadas formas prehispánicas en el mármol, tezontle y demás piedras mexicanas. El resultado de ese proceso plástico es un hermoso lineado quebradizo que sube y baja por las piezas; un conjunto de ángulos que rompen la rectitud de los segmentos y los retraen hacia lo agudo y triangulado.
Ese carácter anguloso y fractal se expresa tanto en aspecto frío y liso como en el ónix y latón o en apariencia cálida y porosa como en la cantera y madera. Llama la atención que las perspectivas simétricas y asimétricas juegan un atinado equilibrio focal y óptico. De hecho, intercala lúdicamente espacios arquitectónicos y escultóricos. Por lo tanto, sus creaciones erguidas nos sugieren perfiles estilizados de ajedrez, elegantes escenas de jinetes ecuestres, patrones de la naturaleza vegetal y fúngica, complejas grecas mixtecas, etcétera. Cabe destacar que el prisma primigenio del que desprende diversos cortes nos hace meditar en la belleza simple del cuadrado, cubo, rombo, triángulo, trapecio y demás figuras implícitas de su tridimensionalidad. Por otro lado, experimenta con elementos como acero y aluminio en láminas arrugadas que exaltan la maleabilidad de las manos, la sensibilidad del taco, al igual que el relieve y los contornos manipulados de la escultura, tal cual bocetos de lápiz y papel.
Sin duda, su abstracción es fuerte, limpia, concisa, minimalista y atemporal. Juan Carlos Garduño nos muestra, una y otra vez, la sensualidad de lo cuadrangular, de lo rectilíneo, sin sinuosidades, pues deja a la imaginación del espectador las curvaturas y circunferencias. Él solamente se concentra en la ruptura, el movimiento interrumpido y la articulación del dinamismo en las texturas, en las cortadas de la materia, así como en el impacto visual de las verticales y horizontales que hacen intersección, para respirar, con las marmóreas venas y los pétreos poros del material vivo.
Adriana Cantoral