Ana Cuevas

En las obras de Ana Cuevas se narran cuentos surrealistas de largas cabelleras femeninas que se conectan al ámbito espiritual por medio de sensuales movimientos. Se tratan de finos canales sensibles que conducen pensamientos intuitivos y emociones silenciosas. Asimismo, al lado de las bellas protagonistas, desde sus más profundos sentimientos, se cuenta cómo las libélulas fungen como frágiles emisarias del más allá, revoloteando de lugar en lugar, entre un plano y otro, llevando y trayendo mensajes reveladores. Por su parte, las majestuosas aves de sus telas aparecen cantando por el universo entero y las mariposas se presentan elevando el espíritu de la mujer o embelleciendo su rostro. Si bien, estos seres las acompañan de forma energética, pero también las guían por diversos portales.

Cabe destacar que para la artista los sueños, el ambiente nocturno, son conexiones con otras dimensiones y realidades, tal cual estados meditativos o de relajación total, en donde no existe el cuerpo humano en su expresión física, si no más bien el dinamismo del alma que respira en absoluta libertad. Por ello, sus pinturas retratan los aspectos etéreos y sutiles de la mujer; con sus ojos mirando hacia su infinito interior repleto de armonía, a la vez que de misterio. Ciertamente, algunas de ellas tienen la mirada abierta para trascender al observador, seducirlo y cautivar su psique. Otras más demuestran una hermosa desnudez, como de diosa, evidenciando así su fuerza de atracción, su fertilidad y su poder de transformación.

Sin duda, el influjo de Leonora Carrington y Remedios Varo, la esmerada selección del color, los trazos figurativos y las atmósferas singulares de sus lienzos nos sitúan en espacios surrealistas en los que los corazones florecen en amor, las flores se abren por las noches, los astros se sostienen entre las manos, las féminas son oscuros correlatos de los animales alados, todo el cosmos cabe en una pequeña cesta, lo inconsciente se posa con alas de colores, las creaturas oníricas conversan mediante voces de pájaro, lo monocromático es de sobra gestual, los follajes se visten de gala, la piel y la planta son una misma, los azules describen a las enigmáticas mujeres, los plumajes son de agua, el bosque se convierte en mar y, en especial, lo sagrado se torna mágico, lo místico se vuelve fantástico, lo real se hace ficticio y lo mítico prevalece en la fábula.

Adriana Cantoral