Beatriz Simón

Beatriz Simón
Solo Beatriz Simón conoce los primeros principios del blanco, pues a partir de un estado de luz tan acromático encuentra la riqueza tonal de rojos, rosas, violetas, platinos, celestes, marfiles, perlas, arenas, entre otros. Asimismo, la artista compenetra carmínes, negros y grises en medio de tanta luminosidad. En ese aspecto sus lienzos son despojamientos abstractos, de la blancura del ser, que relucen por sus vacíos, resplandecen en sus silencios, se clarifican en esencias mínimas y se aclaran en naturalezas del yo. En cierto modo, el todo y la nada se integran en el soporte de manera ambigua, ubicua, contradictoria y equívoca. Por ello, nos situamos ante consciencias abstractas de gran formato que nos desnudan el intelecto y la razón a través de la calidez del Zinc, el Titanio y sus respectivas combinaciones cromáticas.
También hay negrura profunda en sus obras coexistiendo y equilibrando luces y sombras, como la vida misma desde su interior, que hasta no llegar al bastidor firme logran ser y expresarse. Si bien, la pintora no se complica demasiado sobre la tela, más bien se realiza y se completa en ella. Por eso no boceta ni dibuja previamente, solo se deja escapar desde adentro, libera gestualidades inmediatas y espontáneas. Por lo tanto, sus piezas amplifican sus catarsis en sigilo, sus abundantes gestos y tonos, sus manchones sueltos y sus rayones libres. Ya sea en la pureza de lo blanquecino, en la letra invertida, en la brocha y pincelada que se pierden y se hallan, en ese desorden de trazos y reordenamiento de zonas pintadas o en la ausencia del color donde claman poderosos influjos de Twombly, Motherwell, Frankenthaler y demás expresionistas abstractos, a la vez que de Tapiés y otros informalistas europeos.
El abstraccionismo mexicano, con su inconfundible calor, igualmente está presente en su plástica, que comprende desde instalación, arte objeto, fotografía hasta pintura. De tal suerte, autores como Felguérez, von Gunten, Laville, Aceves Navarro y Gradwohl en algún sentido se relacionan con su arte o lo influyen indirectamente. De cualquier modo, esa incertidumbre de no saber si predomina el espacio, el tiempo o el movimiento en sus creaciones, si las texturas y relieves son intencionados o no nos atrapan en una contemplación estética de sucesos y acontecimientos específicos sumamente bellos y que resultan difíciles de explicar. Sin duda, Beatriz plasma sus percepciones emocionales, espirituales, inefables, naturales y ocultas, así como la identidad pictórica silenciosa, las imperfecciones de las formas, siluetas y contornos, la verdad del yo, la sensibilidad del alma, la conexión con el espíritu y, en especial, el carácter resiliente femenino ante las situaciones de la existencia.
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Adriana Cantoral