Carlos Agustín. Al límite de la forma.

La abstracción geométrica de Carlos Agustín conforma un sentir universal más allá de la materialidad de la obra. Sus esculturas retan los límites de las líneas dando pie a una embriaguez de luminosidad. La luz, en un carácter promiscuo, acaricia, desciende, asciende y se filtra por entre las aristas y los filos del frío acero. Si bien, dice Robert Morris que la simplicidad de formas no implica necesariamente, sencillez de vivencia artística. Tal es el caso del escultor. Para él, el abstraccionismo es una razón más de composición. Permea una conciencia artística en sus creaciones, un sello único que le da continuidad a todas. Éstas poseen superficies muy pulcras con volúmenes desafiantes que parecen moverse en el espacio. Sus piezas están hechas con trazos ligeros en los que de repente una pequeña recta veleidosa las transforma en estructuras poderosas.
Existe una dualidad en las esculturas de Carlos Agustín. Una doble trayectoria que describe el metal soldado y forjado. Puede ser un hilemorfismo intencional en donde el cuerpo escultórico se determina por su forma. Sin embargo, al tratarse de un artista contemporáneo embebido por Julio González, Jorge Oteiza, David Smith, Willem de Kooning, Constantin Brancusi, Eduardo Chillida, Wassily Kandinsky y tantos más, su propósito parece ser rebelarse contra el peso de la materia a través de la rectitud de las formas. Sí, materia y forma conviven en sus creaciones, pero de un modo independiente y libre. Sustancia en acto y sustancia en potencia se compenetran con intensidad y luego se abandonan respetando sus respectivos volúmenes.
Según J.J. Martín González hay un espacio interior y un volumen interno en la escultura. Justamente, de ese volumen interior se nutre el trabajo de nuestro escultor, por su parte, el historiador de arte afirma que algunos escultores actuales dividen el volumen exterior para acceder a sus repliegues y dobleces. Y de esa manera, nuestro creador vincula los conceptos de apertura – cerradura e interioridad y exterioridad en un solo continuo. Carlos Agustín, sin duda, materializa intuiciones y pensamientos, con el trazo del intelecto, es decir, sin modelar, tallar o esculpir, simplemente proyecta en el papel la idea perfecta de sus construcciones mentales.
Carlos Agustín conjuga el equilibrio de las esculturas junto con la grandeza sus formatos. Las erige, como monumentos, agotando sus dimensiones y calculando sus proporciones estéticas. La magnitud de las mismas no rompe con su armonía visual. El portento de sus cortes, perfectamente delineados, otorga a la vista una plácida sensación de orden y contención. Las fronteras aristotélicas entre el cuerpo continente y el cuerpo contenido pierden vigencia en las obras del autor. El lugar que ocupan sus esculturas es el de la geometrización absoluta y plena de la realidad. Poseen un dinamismo eterno. Representan, en su mayoría, entes biomórficos y orgánicos que no son imitaciones de la naturaleza, sino símbolos y metáforas de ella en lenguaje escultórico. En definitiva, hay una concordancia poética entre los límites de las formas y sus significados.
http://carlosagustin.com/
Adriana Cantoral
"Fe". Acero al carbón. 2013.
"Babel". Acero al carbón. 2013.