Denise Lacarra

Las trazas de Denise Lacarra son movimientos puros del alma, etapas y periodos pictóricos, que se expanden más allá de sus lienzos y pinceles, pues llegan hasta lo más insondable del inconsciente que las deleita. De ese modo, sus obras se componen de rebeldes líricas visuales, sin control alguno, que resultan sumamente bellas y armónicas. En ese sentido, sus telas están llenas de señales abstractas que resuenan de pieza en pieza. Sin duda, éstas gozan de signos versátiles, de libre interpretación. Poseen sellos personales que oscilan entre lo veleidoso y lo determinante de su mano. Asimismo, sus trazos, al paso de las pinceladas, se convierten en imágenes mismas, hitos de pintura, en momentos memorables dentro de sus creaciones.

Aún más, en las profundidades de sus cuadros hallamos vestigios y asomos de varias gestualidades, así como marcas y símbolos que invitan a la larga contemplación silenciosa. La artista pinta, entonces, los indicios del espacio mental y reflexivo, a la vez que va dejando sobre la superficie múltiples rastros de su proceso creativo. Por lo tanto, en sus abstracciones el dinamismo es natural y los gestos se supeditan a ese torrente de materia pictórica, que a veces es orgánica, mientras que en otras ocasiones es espontánea. Inclusive, en sus piezas, más que texturas o relieves, hay composiciones enérgicas que se ajustan y desordenan en ritmos agitados, dimensiones impetuosas y perspectivas vehementes. Lo temporal y atemporal se conjugan a destiempo, ya que cualquier linde sucede inesperadamente enredándose por doquier, al mismo tiempo que sus gruesas rayas terminan imponiéndose. Además, el dominio de las manchas y el habilidoso manejo de los escurrimientos le dan a sus obras un fascinante carácter informalista y tachista.

Por su parte, sus colores son una compleja danza de consistencias, densidades, luces y sombras en las que se ensamblan manifestaciones formales, expresionistas y paisajísticas. De esa forma, sus líneas devienen en siluetas de la ciudad, contornos urbanos, collages, elaborados grafismos, al igual que en alusiones campestres y de la naturaleza. Cabe destacar que esos entramados se colorean, de alguna manera, con las frescas paletas del área de la bahía, con las sobrias tonalidades de distintos expresionistas de diversas épocas y con las fluctuaciones cromáticas utilizadas por varias culturas primigenias. Con todo, la pintora encuentra en la máxima expresión abstracta el lenguaje más contundente, duro y genuino para hacer plástica a la pintura. Es pensamiento sublime su arte.
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Adriana Cantoral