Haydeé González

Haydeé González es una mujer que brilla por el carácter sensible y armónico que imprime en su arte, por el agudo entendimiento de las relaciones e interacciones del colorido, por la incorporación de sutiles hilados y, en especial, por cómo describe su conexión espiritual y divina en sus pinturas. Es evidente que retrata las emociones y sentimientos de su alma.

Sin duda, sus composiciones manifiestan la esencia, la claridad y la fuerza de las mareas. De tal suerte, los azules de sus obras nos transcurren como mares interiores resplandecientes de una amplia variedad tonal que va desde los más calmos hasta los más intempestivos. Y así, marinos profusos, prusias oceánicos, índigos pacíficos, celestes atlánticos y otros más van sucediendo en la vasta y húmeda tela. Sus pronunciados oleajes se abstraen en la cuadratura de las espátulas extendiendo así su espuma por entre áureos, argentados, blancuzcos y pajizos. Asimismo, la pintora plasma de forma orgánica la sensibilidad con la que se mueve el agua marina y la luz que emana de ella.

Por su parte, los plateados, cenizos y ahumados fungen como testigos ocultos del decurso de pinceles y brochas que los van mezclando con blancos y transformando en ricas y abundantes luces que inundan el lienzo. Los dorados también engalanan, resaltan y protagonizan el ser de la pieza. En ocasiones la artista los pinta como figuras geométricas, en otras los aplica, con suma expresividad gestual, de la mano de ambarinos, ocres, amarillos, blanquecinos, rosados, morados o turquesas. Es innegable que cada uno de sus cuadros, con su singular marca abstracta, anegan de espiritualidad, naturaleza, serenidad, fe, esperanza, belleza y libertad los espacios que coexisten a su alrededor.

Los colores tierras, marrones y cafés poseen la misma elegancia y buen gusto que el resto de su paleta. Éstos fluyen y se asoman en medio de espesas y continuas capas de pintura que, a su vez, van generando diversas texturas de un modo muy natural, denso y sustancioso. Cabe destacar que desde cualquier ángulo que se les observe, sus creaciones plásticas resultan totalmente agradables y complacientes a la vista y por qué no al resto de los sentidos. Al mismo tiempo, tienen la cualidad de seguir vigentes no obstante el paso de los años. La autora realmente logra transmitirnos ese encuentro de paz, calma y vida que dinamizan al espíritu humano.

En sus abstracciones, los bordados rectos son como finas cuerdas de un instrumento etéreo que al tacto resuenan melodías que nos remontan a los lazos familiares y a las raíces transgeneracionales. De igual forma, el hilo tenso se convierte en un elemento estético de la obra que la subraya y acentúa a través del movimiento esporádico de la hoja de oro y de las combinaciones azures y cerúleas. Por otro lado, pone de relieve la soltura de las pinceladas y brochazos, a la vez que define la directriz de los trazos que lo acompañan. Desde su característico cromatismo neutral, los efectos del pincel ondulados, arrastrados, cuadrangulares o mixtos Haydeé González recrea paisajes, lluvias, cascadas, océanos y cielos que habitan el alma.

Adriana Cantoral