Lourdes Berbeyer

La obra figurativa de Lourdes Berbeyer tiene una mirada pictórica que ve hacia lo temporal, es decir, hacia lo que sucedió, lo que transcurre y lo que ocurrirá. En ese sentido, sus piezas son sumamente narrativas, pues nos comparten historias sensibles de un modo nostálgico y al mismo tiempo cálido. Asimismo, nos cuentan realidades suspendidas de recuerdos y memorias de cara al porvenir. Por su parte, sus pinceles atenúan cualquier dejo de melancolía profunda, ya que reescriben una y otra vez los colores de las esmeradas escenas y los elaborados relatos. Sin duda, la pintora hace de sus lienzos unos majestuosos palimpsestos de tonalidades en los que es posible deleitar a los ojos con la armonía rítmica de la gama cromática.

Ese dominio de la paleta sobre la tela le permite describir con sutileza las dicotomías psicológicas de los personajes, las agradables transiciones de un tono a otro, así como los hermosos contrastes que protagonizan sus composiciones. Por ello, sus atmósferas nos envuelven en esa mesura femenina, en la suavidad de los trazos y las líneas y en estados de ensoñación y remembranza, a todas luces, su estilo es un latente y detallado realismo mágico. De la misma manera, en su imaginario, de peculiares transparencias y desvanecimientos de color, la figura humana es el motivo principal, que no se diluye ni se pierde en la pintura, que permanece mirando fijamente al espectador o bien, mostrándole la belleza de sus rasgos faciales y formas corporales.

De igual modo, las expresiones culturales mexicanas, tales como el folklore, lo costumbrista, lo musical, los oficios, las usanzas, las tradiciones y lo ancestral de vendedores, campesinos y artesanos, cobran vida en sus creaciones, tanto en óleo y acrílico como en dibujo o acuarela. Es evidente, entonces, que la autora rescata y pinta, de forma fidedigna, esas raíces vivas de México. Por otro lado, con esa misma pasión y entrega se interna en espacios y ámbitos plásticos en los que no hay cabida para la figuración, solamente para la manifestación abstracta, en donde sí permea un romanticismo y un cierto dramatismo, pero también una maravillosa alegría colorida que se contagia de cuadro en cuadro.

Por lo tanto, la creadora sublima en sus trazados un sinfín de emociones, así como una serie de procesos estilísticos que son característicos de sus obras. De tal suerte, en éstas las texturas, los accidentes y la materia pintada se acentúan con un carácter completamente libre, abierto, extendido, experimental, gestual y expresivo. Llama la atención que entre lo abstraído hay una dureza poderosa que emerge a través de las figuras, los contornos y las siluetas, existe además un dinamismo complejo que termina por imponerse, no se diga de la presencia latente de incontables pinceladas contundentes, magistrales combinaciones de luces y sombras, y, en especial, de intrépidas conexiones entre relieves, materiales y efectos visuales.

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Adriana Cantoral