Wicho Fuentes

Los seres de Wicho Fuentes parecen dibujados con un aspecto primitivo o infantil, aunque más bien se originan a partir del arte marginal, bruto o inconsciente. De ese modo, literalmente, el artista pinta la otra cara de sus personajes, su lado más oscuro manifestado en trazos virginales que, paradójicamente, se van corrompiendo conforme avanza la composición. En otras palabras, las líneas le salen de lo más atroz y visceral de su espíritu y al ser plasmadas en el soporte se distorsionan hasta alcanzar un expresionismo negro. Muy gestual, que se asemeja al carácter salvaje y atrevido del graffiti, al impacto y fuerza de la pintura urbana, así como a cualquier expresión artística que se sitúe fuera de la ley.
En sus transgresiones plásticas, Wicho incorpora algo de violencia, rebelión, locura y clamores desesperados. Son sus demonios, a medio exorcizar… sus fantasmas y monstruos agitados, afligidos y descontrolados, al igual que sus miedos más remotos que nos observan, entre lo sombrío, con ojos desorbitados y bocas feroces emitiendo sonidos graves y estridentes. Solo él comprende un poco lo que dicen, pues los enfrenta con toda su crudeza y bestialidad, escuchándolos en plena oscuridad. Desde niño batalla con ellos, en sus sueños y en sus vigilias. Por eso, el acto de pintar es deliberativo, ya que les pone un rostro y un nombre a dichos entes malignos.
El primitivismo de sus obras, como las de un niño en una caverna que dibuja aquello que le aterra, se expresa de manera automática, sin filtros académicos o técnicos, de forma enérgica, precipitada y arriesgada. Wicho plasma las otredades implacables que lo acechan de noche y persiguen de día. Hay también un carácter popular y naif en sus piezas que se representa en una burdeza, elementalidad y tosquedad particulares, pero no por ello nos resultan desagradables, al contrario, despiertan curiosidad, interés, morbo y un extraño placer en nosotros al observar tanta densidad e intensidad. Sin duda, se trata de un arte duro, de confrontación y de apetitos primarios en el cual el autor expulsa, en la materia pintada, lo abrupto y lo imperfecto de su alma.
En cierto sentido, o quizás en más de uno, Wicho no emula ni replica a otros creadores para pintar, les son ajenos, tampoco se basa en la opinión o el juicio de los espectadores. Podría decirse purista respecto de su arte, puesto que éste funge como un soliloquio pictórico, no obstante no es del todo impoluto porque finalmente está inmerso en una cultura y en una sociedad, incluso ni él mismo sabe bien a bien de dónde le surge tanto desorden, ruido y caos. Asimismo, lo gráfico también se hace latente en sus creaciones, tal cual escrituras obsesivas compulsivas que se contradicen entre sí…o a lo mejor relatan los instintos más genuinos y las pulsiones más recónditas del ser.
Adriana Cantoral